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El tiempo se descompuso, en efecto; el cielo blanco se tornó plomo, y en las horas más calientes se transparentaban en el horizonte lívidas orlas de cúmulos. El termómetro a 39 y el viento norte soplando con furia, trajeron al fin doce milímetros de agua, que Fragoso aprovechó para su maíz, muy contento. Lo vió nacer, lo vió crecer magníficamente hasta cinco centímetros, pero nada más.

Nosotros deslizábamos de cuando en cuando una mirada hacia la puerta, como si quisiéramos decir: ¿Cuándo nos verémos en la calle? Estábamos sudando como pollos. La situacion se hizo ya tan embarazosa, que ni mi mujer ni yo sabiamos qué hacer. Nosotros nos rendimos, capitulamos á su sabor, tomamos dos tarjetas con orlas y dorados, y nos dimos en cuerpo y alma á bajar la escalera.

No gastaba sombrero ni mantilla, pero el mantón alfombrado que cubría sus hombros era riquísimo; el vestido, de seda pura; en los dedos y en las muñecas sortijas y brazaletes de valor y en las orejas dos orlas de brillantes con zafiro en el medio; todo lo cual pregonaba que, si D.ª Rafaela no vestía de señora, no era seguramente por falta de dinero.

Arrojado al mar un objeto cualquiera, se le ve como despedir brillantes chispas, y si un buque navega por esas aguas, a proa, a popa, a babor y a estribor se le ve relampaguear y como adornarse de espléndidas orlas de lucecillas azules, rojas y verdes, lanzando por la popa como un penacho de fuego que prolonga sus encendidas plumas hasta larga distancia.

¡Cómo me gustaba aquel jardín, con sus cuadros de huerta, con sus orlas de flores rodeadas de boj, con sus musgosos y viejos manzanos, sus rosales grandes como árboles y la parra y las campanillas azules que vestían la fachada de la casa! También tenía cariño a aquel destartalado caserón, en el que corrían los ratones por delante del indolente gato, que les dejaba correr.

Ya que le empujaban á ello, sería valentón y jactancioso por algún tiempo, para que le respetasen, dejándole después vivir tranquilamente. Una tarde, tirando á las golondrinas en el barranco de Carraixet, le sorprendió el crepúsculo. Los pájaros tejían con su inquieto vuelo una caprichosa contradanza, reflejada por las tranquilas charcas con orlas de juncos.

Fueron sin duda africanos los amines de Almanzor. Dieron á estos arcos, y á los de la pieza baja ó tesoro, los festones de lóbulos que tan gallarda y viciosamente disfrazan el verdadero objeto de estas curvas, convirtiéndolos en orlas de cintas y nexos de encaje, y solo respetaron las antiguas columnas y sus capiteles románicos.

Así como la marea al retirarse va dejando en la playa orlas paralelas de algas, así se advertían en los respaldos de los bancos de gutapercha roja series de capas de mugre, depositadas por la cabeza y espaldas de los jugadores, señales que iban en aumento desde el primer banco hasta el último, conforme se ascendía del inofensivo piquet al vertiginoso écarté, porque la hilera empezaba en el juego de sociedad, acabando en el de azar.

Bajan por unas gradas de piedra á una segunda sección del cementerio, escalonado en la montaña. En esta meseta sólo hay tumbas á ras del suelo, losas sepulcrales guardadas por un rectángulo de cadenas ó simplemente con orlas de flores. Un instinto estético parece influir en la parquedad de los ornamentos.

, Mitra, el del ojo sanguíneo, gran arquero celeste que lo penetras todo con tu dardo lumíneo; , el de la roja veste con orlas y con flecos de eternas igniciones; , Helios, y , Osiris, por quien vive el imperio de las constelaciones y se hace en las alturas el milagro del iris; , bello emperador, envíanos tus dones, tus púrpuras de gloria y tu vital calor.