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Al poco rato entró en el despacho un hombre muy flaco, de cara enfermiza y toda llena de lóbulos y carúnculas, los pelos bermejos y muy tiesos, como crines de escobillón, la ropa prehistórica y muy raída, corbata roja y deshilachada, las botas muertas de risa.

Más que mirarla, se puede decir que la examinó despacio durante algunos minutos. Reparó que la moza no llevaba pendientes y que tenía una oreja rota; entonces recordó habérsela partido él mismo, al aplastar con la culata de su escopeta el zarcillo de filigrana, en un arrebato de brutales celos. La herida se había curado, pero la oreja tenía ahora dos lóbulos en vez de uno.

En las paredes de oriente y ocaso, que eran los lados mayores del rectángulo, figuraron de relieve los arcos de lóbulos que no podian estar abiertos, y descansando en la ligera cornisa de su arrabá, esculpieron, á plomo sobre las enjutas del grande arco figurado, dos ricas ménsulas con leones asomando por ellas la cabeza y el pecho.

Al lado derecho campea sobre esta misma faja un arco ornamental de once lóbulos, encerrado en otro arrabá cuajado todo de tracería relevada, sostenido por dos muy ligeras columnillas entregadas en el muro.

De resultas de esto, la nave primera trasversal de la parte prolongada no pudo por la estrechez suma de sus intercolumnios conservar la plena cimbra de sus arcos; fué preciso aproximar los arranques de estos, y romper su elegante curva para que no bajase de la altura apetecida, y entonces por la primera vez quizá se vió en los edificios de la España árabe el arco apuntado, ú arco ojivo, llamado despues á cambiar totalmente la fisonomía del arte monumental en la edad media . El arco de este modo roto en el punto culminante de su curva, adoptó desde luego en aquella pequeña nave todas las decoraciones de que es susceptible: adaptó á su intrados los lóbulos, prodigados como ligeros festones en las arquerías del Mihrab, lo adornó graciosamente con el sencillo trébol, y prolongó por la parte inferior sus dos arranques formando la ojiva túmida, tan repetida despues durante el segundo período del arte hispano-musulman.

Este dolor, para la coloquíntida, se estiende á los lóbulos anteriores del cerebro, mientras que en la spigelia, parte de dentro á afuera en el ángulo interno del ojo; y para los dos, la inyeccion varicosa de los vasos de la conjuntiva forma algunas veces un rodete ó cordon alrededor de la córnea.

Junto á este hay otro arquito, mucho mas bajo, de siete lóbulos, tambien ornamental, y sostenido en columnillas del mismo estilo que las anteriores, llevando encima un escudo con las armas referidas.

Tenía en su poder el instrumento que tanto apetecía. Iba por fin a sorprender el gran secreto de la Naturaleza. Pero esta grandiosa invención costaría la vida tal vez a una criatura de su misma sangre. Una agitación irresistible se apoderó de su cerebro. Los lóbulos todos debían de hallarse en descompasado movimiento.

«Tenemos caras de muertas», se decían todas las mañanas al mirarse al espejo, y martirizaban su fresca y jugosa piel con los polvos cargados de plomo, el bermellón que teñía levemente las mejillas y los lóbulos de las orejas; y como si sus ojos no fueran bastante grandes todavía enmendaban la plana a la Naturaleza, trazando leves líneas al extremo de los párpados.

Se observa muchas veces en el curso de estas fiebres ó en su declinacion, y despues de la desaparicion de los fenómenos tifoídeos, el enfisema de los lóbulos inferiores del pulmon por el decúbito prolongado.