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Era de sentir la pérdida, porque un caballo que sustituyera dignamente a Brillante había de costar algún dinero; pero ¡qué demonio! cuatro o cinco mil reales no arruinan a nadie. Y el señor Cuadros hablaba del dinero con expresión de desprecio echando atrás la cabeza y sacando el vientre como si lo tuviera forrado con billetes de Banco.

La estructura material del Banco de Londres, su administracion, su riqueza prodigiosa y su manera de funcionar, son objetos que por solos provocan la atencion y la curiosidad del viajero deseoso de comprender y apreciar las condiciones económicas de la Gran Bretaña.

No había banco en el recibimiento, y como el condenado aquél no la invitó a pasar, misia Casilda se sentó en un tramo de la escalera; ¡ganas de llorar tenía! ¡con tal que pudiera entenderse con aquel hombre!

Juan, ayudando al señor Aubry a incorporarse sobre las almohadas, dijo: Podemos arreglarnos de manera que usted cumpla sus promesas sin tocar los rendimientos de la fábrica, indispensables a nuestra producción y a la reconstitución del capital perdido en el banco Raynaud. ¿Cómo? ¡di pronto!... ¿Por qué medios? Yo he buscado y no he encontrado nada... Es muy sencillo.

La condesa está sentada sola en un banco de piedra. Lleva un traje blanco, y una pequeña corona adorna sus cabellos. Aparece en la escalinata semirruinosa del castillo del viejo conde. Le precede su fiel servidor, el viejo Astolfo, de aspecto muy semejante al de su amo. Astolfo, encorvado, con una linterna en la mano, le alumbra el camino al conde. Es hora ya de que todo el mundo descanse.

Algunas personas se habían acercado y rodeaban el banco donde se hallaban sentados. Las eternas disputas de Antonio y su querida causaban gran placer á los amigos.

Pasaba el tiempo sin que tuviese fuerzas para abandonar aquel banco lejos de la luz. Temía volver al ruido de abajo. Retardaba el instante de entrar en su camarote, como si de los tabiques pudieran desprenderse, saliendo a su encuentro, los recuerdos que había clavado con la fijeza de sus ojos en las horas nocturnas de melancolía.

Contemplo, con la satisfacción de un privilegiado, á la muchedumbre desheredada que se desliza en la penumbra lanzando miradas codiciosas al banco. El reposo me hace sentir todo el peso de la fatiga anterior. Reconozco que si los hulanos apareciesen de pronto trotando por el centro de la calle, no me movería. Una pierna me transmite su calor á través de una tenue faldamenta de verano.

, señor, contestó sin el más leve asombro de vanidad Amparo; cuando leí lo que en aquellos papeles estaba impreso y vi que eran billetes de banco... dinero, adiviné que aquel dinero venía de usted. Y bien, ¿qué? Necesito saber con qué objeto se ha desprendido usted de esa cantidad. ¡Bah! ¡bah! ¿Con qué objeto?

Se volvió, y en el banco de azulejos, envuelta en la sombra de las palmeras y los rosales, vio una figura blanca, una mujer que al incorporarse quedó con el rostro en plena luz: Leonora. El joven hubiera querido desaparecer, que se lo tragara la tierra. ¡Rafael! ¿Usted aquí?...