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Sin embargo, ni un ruido ni el más tenue movimiento se produjeron en la mata.

Los graves señores volvieron a evocar por unos momentos a su olvidado compañero. «Hay que hacer algo por el chico de Ojeda.» Y Fernando pasó diez años fuera de España como secretario de Legación, con frecuentes traslados que le hicieron viajar desde las naciones del Norte de Europa a las repúblicas de la América del Sur, siempre acompañado por la protección de los amigos del «malogrado personaje». Pero esta protección se mostraba cada vez más lejana, más tenue, como el recuerdo ya esfumado del grande hombre.

La joven se repuso un poco, y con voz tenue, dijo: Es mío. ¿Qué es suyo? dijo una de las mujeres. Si la vi yo correr como una desalación. Apuesto á que lo cogió en la casa del número 15. No, que venía de más abajo dijo otra. Apuesto que es de casa de la sa Nicolasa, la pupilera de ahí enfrente dijo otra mujer.

Era que la Torrebianca consideraba en su interior que ya había prolongado bastante el simulacro de su resistencia y creía llegado el momento de ceder, para que Moreno hablase de cosas más inmediatas y urgentes. Como si no supiera lo que hacía, puso sus manos sobre los hombros de él y le habló de muy cerca, con voz tenue, al mismo tiempo que miraba á lo alto, como sumida en sus recuerdos.

Se adhiere por todas partes á la bóveda que le sirve de cauce y no deja salir de ella más que una tenue corriente, á veces se cierra enteramente y ni una gota de agua baja de la montaña.

Morsamor reposaba al lado de Urbási en la repuesta alcoba. La tenue luz de una lámpara, que ardía en vaso de diáfana porcelana, iluminaba suavemente el hermoso rostro y las gallardas y juveniles formas de la mujer dormida. Morsamor se despertó y se puso a contemplarla extasiado.

De improviso, el señor Aubry pareció salir de su sopor, paseó a su alrededor una mirada vaga, y una tenue sonrisa entreabrió sus labios secos.

Debajo de ella, las olas inmóviles se extendían como una masa opaca donde sólo de vez en cuando brillaba la tenue luz fugitiva de un astro. La brisa húmeda trajo á su nariz los acres olores marinos. Permaneció así largo rato, abstraído, enteramente emboscado en las memorias de otros días.

Al cabo creyó percibir un tenue rayo de luz á lo lejos. Marchó hacia él con la esperanza de hallar salida. Pero la luz procedía de una chimenea como aquella por donde habían descendido. Dió gritos á la boca de ella. Nadie le respondió. Gritó hasta que quedó sin voz. Sólo entonces se dió cuenta de su situación horrible.

Viose repentinamente transportada a las altas esferas que ella no conocía sino por ese brillo lejano, ese eco y ese perfume tenue que la aristocracia arroja sobre el pueblo. Viose dueña del palacio de Aransis, mimada, festejada y querida.