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No había sabido apreciar a aquella mujer con la que había vivido tanto tiempo. Pero ella habló de nuevo y con más agitación que antes. Y además, Godfrey, si la hubiésemos traído entonces, si vos os hubierais encariñado con ella como debíais, ella me hubiera querido como a una madre y vos hubierais sido más feliz conmigo.

Es posible que las reflexiones que anteceden se consideren como la expresión de un espíritu incapaz de apreciar ni comprender siquiera el primor, la pompa, el pensamiento profundo y la fuerza de la novela contemporánea. que mis humildes observaciones en nada influirán para modificar el gusto dominante.

No hallaría en mi casa nada de lo que a él le agrada, sino una mujer muy buena y perfectamente abnegada, que todos los días me agradece el haberme casado con ella, que, gracias a , ve lo porvenir de color de rosa, que no tiene más ambición que verme dichoso por ahora y que se complacerá de mis éxitos el día en que se los haga apreciar.

En fin, no podía menos de ver con singular contento cuán nobles cualidades atesoraba aquel corazón de valor inestimable, que no podía apreciar su propio poseedor.

El conductor sostenía un vivo diálogo con alguien en el camino, diálogo que nos pareció debía ser poco halagüeño a juzgar por las palabras que en medio del furioso viento que soplaba pudimos apreciar; «puente arrastrado», «camino inundado», «paso imposible» y otras por el estilo.

Nos vimos en el Acuario, y yo fuí la que te besé, al mismo tiempo que deseaba el exterminio de los hombres... ¡de todos los hombres, menos ! Hizo una breve pausa, elevando sus ojos hacia él para apreciar el efecto de sus palabras. Acuérdate de nuestro almuerzo en el restorán del Vomero; acuérdate de cómo te rogué que te marchases, abandonándome á mi destino.

En este sentido moral y no cabe otro para apreciar un sembrador de ideales Agustín Álvarez fue idealista toda su vida, no adhiriendo jamás al materialismo de ninguna religión conocida" . Álvarez fue un maestro en el amplio sentido de la palabra. Su temperamento de educador y su vocación por la enseñanza se manifestó en múltiples formas. Puede decirse que fue en él una preocupación constante.

Mariano era rebelde por naturaleza; no se dejaba querer, ni sabía apreciar el dulce calor de la casa de familia. No quería vivir con su tía Encarnación porque le trataba con aspereza, ni con su hermana porque le sermoneaba, ni con Juan Bou porque vigilaba todas sus acciones.

Más allá comenzaba la alta mar, movediza y gris, cuyo límite se perdía en la bruma. Menester era mirar con mucha atención para apreciar dónde terminaba el mar y dónde comenzaba el cielo, tan dudoso era el límite y tanto la una y el otro tenían la misma palidez incierta, la misma palpitación tempestuosa y el mismo infinito.

Casi todos los cargos importantes de su corte se encomendaron á hombres ilustrados, capaces de apreciar las artes y la poesía, si ya no sobresalieron también en este concepto, como los condes de Lemos y de Villamediana . Una de las diversiones favoritas del Rey, después de cumplir con los deberes de su gobierno, á los cuales tal vez no dispensase toda la atención necesaria, era el de solazarse con improvisaciones y juegos poéticos.