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Dimos vuelta a la esquina de la casa, y, por una escalera que había a un lado, subimos al piso principal. El capitán se hallaba en un sillón, envuelto en un capote azul, viejo y raído, con los ojos cerrados. Al oír mis pasos se incorporó y murmuró con voz apagada: Mary, trae una silla. Cogí yo la silla y me senté. ¿Qué podía querer aquel hombre de ? ¿Qué relación podía haber entre nosotros dos?

En estas condiciones, habría sido pura locura de parte del viejo médico, aun cuando a ello se hubiera atrevido, querer ocultar la intención del suicidio, pues toda suposición de un simple abuso de narcótico quedaba descartada.

Volvió en breve, e instalándose ante la copa mostró querer reanudar la conversación política, a la cual profesaba desmedida afición, prefiriendo, en su interior, que le contradijesen, pues entonces se encendía y exaltaba, encontrando inesperados argumentos.

No están tan despiertos en aquella casa dijo don Cleofás donde está echando una escala aquel caballero que, al parecer, da asalto al cuarto y a la honra del que vive en él; que no es buena señal, habiendo escaleras dentro, querer entrar por las de fuera.

Hacía bien en no querer soltar el dinero. Que robasen en la carretera como los hombres, cara a cara, exponiendo la piel. Setenta años tenía, pero podían irle con tales cartitas. Vamos a ver; ¿tenía agallas para defender lo suyo? La firme tranquilidad del viejo contagiaba a Sènto, que se sentía capaz de todo para defender el pan de sus hijos.

Pensad un poco en lo que representan, en lo que valen, en la riqueza y el ingenio que consagra a producirlos la ciudad más industriosa del mundo, y sin querer, vuestra mente os presentará entre los pliegues de las telas de moda todo nuestro organismo mesocrático, ingente pirámide en cuya cima hay un sombrero de copa; toda la máquina política y administrativa, la deuda pública y los ferrocarriles, el presupuesto y las rentas, el Estado tutelar y el parlamentarismo socialista.

Con el carácter de esa niña, considero expuesto a un fracaso todo lo que sea querer precipitar los acontecimientos. Pues es preciso. Reflexione Vd. despacio sobre el asunto, que es de gran importancia para la casa... y para Vd. Además; ese hermano, que tan violentamente se ha portado con Vd....

El que escribe a una querida escribe para , por varias razones; por lo regular rara vez se encuentran dos amantes en igual grado de pasión; por consiguiente, el calor del uno es hielo para el otro, y viceversa. Además, desde el momento en que dejamos de querer a nuestra amada, dejamos de escribirle. Prueba de que no escribíamos para ella.

Partí, pues, al siguiente día de mañana, sin querer aceptar la compañía de Blanca que deseaba ir conmigo. En el camino medité en las palabras de mi tío. Lo sabe todo pensé. ¡Dios mío, cuán poco perspicaz soy, a pesar de mis pretensiones! Aun cuando el casamiento de Juno no se verifique, ¿de qué me serviría, si Pablo está enamorado de ella? Ahora, ya no puede querer a otra. No entiendo a mi tío.

En suma; doña Juana, contra la cual nada tienen que decir las malas lenguas, va sin querer alborotando y sacando de quicio a los mortales del sexo fuerte, ya de paseo, ya en las tertulias, ya en la misma iglesia. Así hace fáciles y abundantes conquistas.