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La calentura le exaltaba breves instantes, pero luego sobrevenía la extenuación. La carne toda se sentía fenecer. Era una sensación glacial, tenebrosa.

Carmencita se exaltaba en la memoración de aquellas horas apacibles de su vida, de las cuales sólo le quedaba aquel testigo: Salvador. La barba rubia del médico le recordaba a la niña la de los santos que veía en los altares: era una barba riza y suave que estaba pidiendo un nimbo celestial para la cabeza serena y dulce de aquel hombre todo bondad.

Volvió en breve, e instalándose ante la copa mostró querer reanudar la conversación política, a la cual profesaba desmedida afición, prefiriendo, en su interior, que le contradijesen, pues entonces se encendía y exaltaba, encontrando inesperados argumentos.

Mientras estuvo enferma meditó mucho: la fiebre exaltaba su imaginación, exacerbaba su aburrimiento, hacía crecer los agravios que creía haber recibido de su amante. Cuando se levantó del lecho estaba decidida a romper sus relaciones con él. Se hallaba harta de aquel sinapismo.

Este género de imposición y fiscalización, aunque tan disculpable, irritó a don Pedro, que según decía, no aguantaba ancas ni gustaba de ser manejado por nadie en el mundo. Por lo mismo declaró un día delante de su mujer vamos a tomar soleta pronto. A nadie me trae y lleva desde que pasé de chiquillo. Si callo a veces, es porque estoy en casa ajena. Estar en casa ajena le exaltaba.

Rafael irritábase ante aquella resistencia punzante e irónica; se exaltaba al hablar de su pasión... Nada importaban los desgastes del tiempo. ¿No podía obrar milagros el amor? El la amaba más aún que en otros tiempos; sentía hambre loca por su cuerpo; la pasión les daría el fuego de la juventud.

Maltrana se exaltaba con sus propias palabras, y conmovido al recordar lo que debía a su compañera, inclinaba la cabeza, interrumpiendo su voz con el estertor del llanto. La vieja, viendo llorar al nieto, lloraba también, restregándose los ojos con la punta del delantal. Tienes razón gemía . Hay que hacer algo por ella. Así deben ser los hombres. Bien se ve que la quieres.

Ella le escuchó inmóvil, con los ojos bajos y las manos juntas humildemente sobre la falda. Y aquella actitud inusitada exaltaba más a Muñoz.

Si lo primero, mil veces te lo he dicho, es mirar a la muerte como el fin de los padecimientos, como miran a la playa los infelices que luchan con las olas, agarrados a un madero. No, si no tengo miedo dijo ella con deseos de tranquilizarle, porque observó que se exaltaba . Pero es que... esas cosas, más vale dejarlas para de día. Ahora, a dormir. ¡Dormir!... Ahí tienes otra tontería.

Bajando de la ciudad hacia el valle y describiendo largo rodeo, Ramiro entraba ahora por aquella ventana, cuyo escalamiento exaltaba su caballeresca fantasía. Aixa le esperaba en el vano, tendiéndole los brazos para ayudarle a subir. Pero ya no pasaban todas las horas sobre las vistosas almohadas; llegada la tarde, la morisca le llevaba a una terraza descubierta que avanzaba hacia el mediodía.