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Mientras unos la mantenían verticalmente, otros se frotaban las manos y escupían en ellas, preparándose para el gran esfuerzo común. Cuando todos estuvieron listos, la mujer levantó un brazo para dar la señal, y los seis elevaron al mismo tiempo el gran hierro de punta aguda.

Si no me contestas dentro de cuarenta y ocho horas, será señal de que nada puedo esperar, y esta misma semana saldré de Madrid para no volver nunca. Adiós, Cristeta de mis ojos. Medita bien lo que resuelves, que va de veras, y acuérdate de tu desgraciado

Quise interrogarlo, pero me hizo una señal con la mano y se aproximó rápidamente á una ventana como para mirar hacia afuera. Entré, mi madre estaba medio acostada en su butaca, fuera de la cual pendía uno de sus brazos como inerte.

Como si no hubiera nada más terminó diciendo el señor Tookey que aquellas cosas que los jueces y los constables están en aptitud de descubrir. No vayáis ahora, Tookey, más allá de donde se debe repuso el señor Macey, inclinando la cabeza hacia un costado, en señal de reprobación.

Y como si hubiera sido una señal aquel himno a la luz cristiana entonado por el orador casi invisible en la penumbra del salón, comenzaron a encenderse las lámparas eléctricas, saliendo de la obscuridad los cuadros, los dorados, los escudos, las figuras duras y chillonas pintadas en la cúpula. Rafael se sentía trémulo, fuera de , embriagado por la facilidad con que desenvolvía su discurso.

CAP. IX. Como partimos de Baìa de Caballos. Aquella Baìa de donde partimos, ha por nombre la Baìa de Caballos, i anduvimos siete dias por aquellos Ancones, entrados en el Agua hasta la cinta, sin señal de vèr ninguna cosa de Costa; i al cabo de ellos llegamos

Tiburcio de Simahonda había tomado en él el mando. La bandera de Castilla, izada en el mastelero de gavia, continuaba allí en señal de posesión, a pesar de la noche. De las entenas pendían, cual horrible adorno y para ejemplar escarmiento, los cadáveres del capitán argelino y de ocho satélites suyos, cada uno de ellos colgando por el pescuezo con un lazo escurridizo.

Cuando el Rey D. Jaime hallábase en Teruel en disposición de emprender la conquista de Valencia, adelantáronse los teruelanos a buscar al enemigo sin orden del rey, y al tiempo de partir sacaron procesionalmente al mismo Cristo hasta fuera de la población como en señal de despedida.

Al fin, de miedo de que me le diesen, que ya me tenían los cordeles en los muslos, hice que había vuelto, y por presto que lo hice, como los bellacos iban con malicia, ya me habían hecho dos dedos de señal en cada pierna. Dejáronme diciendo: ¡Jesús, y qué flaco sois! Yo lloraba de enojo, y ellos decían adrede: -Más va en vuestra salud que en haberos ensuciado. Callá.

Refugio volvió a meter su mano en el costurero y sacó el envoltorio de los billetes. ¡Jesús divino! ¡Si al fin se resolvería...! La de Bringas la vio, con disimulada ansia, sobar y repasar los billetes como si los contara. Después, moviendo la cabeza en señal de desconsuelo, dijo la muy...: «Si no me queda ya nada... ¡Ay!, señora, no es posible, no es posible».