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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Las violencias pasajeras de los vientos, las crisis de la evaporación, las obscuras fuerzas eléctricas, producían las tempestades. No eran mas que estremecimientos cutáneos. La tormenta mortal para los hombres sólo contraía la epidermis marina, mientras la masa profunda de sus aguas permanecía en lóbrega calma, para cumplir la gran función de amamantar y renovar los seres.

Del fondo del segundo salón llegaban, confundidos con risas de mujeres y choque de bandejas, los tecleos del piano y los gemidos de los violines; del techo, coloreado a la vez por el reflejo azul de la tarde y el frío resplandor de las ampollas eléctricas, descendían gorjeos de pájaros, como una evocación campestre que parecía animar la artificial rigidez del jardín contrahecho.

Maltrana pensaba en las altas horas de la noche, horas de misterio y de silencio, cuando todos estos armatostes de madera o junco, ventrudos, echados atrás con orgullo y ostentando la fe de bautismo en lo alto de la testa, se quedaban solos bajo la fría luz de las ampollas eléctricas, teniendo enfrente las tinieblas del mar.

Al ser abiertas, entra el aire exterior y se condensa instantáneamente, formando un humo blanco junto a las lamparillas eléctricas: algo así como si lloviese sal o hielo molido.

En el fondo estaba el altar, y en su parte baja, detrás de un vidrio, admiraban los devotos un verdadero interior de museo de figuras de cera. San Ignacio tendido en una colchoneta leía un libro, vestido con gregüescos y capotillo de vueltas de velludo como un galán del teatro clásico. Una batería oculta de luces eléctricas iluminaba esta exhibición de feria.

Con una llave que sacó del bolsillo abrió Pector la puerta de comunicación y pasamos desde la luz de las lámparas eléctricas á las tinieblas de los bastidores. Seguí á mi guía, que evolucionaba entre los trastos, los accesorios y las decoraciones con la seguridad de un antiguo abonado. Todo el mundo le saludaba al pasar y el director de la compañía se precipitó ante él como si fuese un soberano.

El mar estaba fosforescente. Por todos lados las luces eléctricas marcaban el sitio de los barcos anclados y un viento tibio y ligero cantaba en las vergas. Innumerables estrellas bordaban el cielo en sus resplandores de oro pálido. La joven estaba mordisqueando una rosa y miraba al mar sin decir palabra. Jacobo, á su lado, escuchaba distraídamente una música que se oía á lo lejos en la oscuridad.

Sus ojos, fatigados por la escritura, huían de las ampollas eléctricas del techo, inflamadas en plena tarde, para reposarse en los rectángulos de las ventanas que encuadraban el azul grisáceo de un día de invierno. La blancura de la madera laqueada temblaba con cierto reflejo húmedo que parecía venir del exterior. Dos salones agrandados por la escasez de su altura eran el campo visual de Ojeda.

Son los primeros días de otoño; los balcones están cerrados; el viento mueve un leve murmullo en el jardín; poco a poco van llegando los socios a su recreo de la noche; brillan las lámparas eléctricas. Estos socios, unos juegan a los naipes; otros, al dominó juego muy en predicamento en provincias , otros charlan sin jugar a nada.

El Parque, adornado con numerosos cordones de bombillas eléctricas, presentaban un aspecto hermosísimo que era realzado por la animación que se notaba en los alrededores, por donde cruzaban centenares de personas á pie, en coches y en automóviles para presenciar el magno acontecimiento.

Palabra del Dia

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