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Actualizado: 6 de julio de 2025


Todas estas razones oyeron y percibieron el cura y los que con él estaban, y por parecerles, como ello era, que allí junto las decían, se levantaron a buscar el dueño, y no hubieron andado veinte pasos, cuando detrás de un peñasco vieron, sentado al pie de un fresno, a un mozo vestido como labrador, al cual, por tener inclinado el rostro, a causa de que se lavaba los pies en el arroyo que por allí corría, no se le pudieron ver por entonces. Y ellos llegaron con tanto silencio que dél no fueron sentidos, ni él estaba a otra cosa atento que a lavarse los pies, que eran tales, que no parecían sino dos pedazos de blanco cristal que entre las otras piedras del arroyo se habían nacido. Suspendióles la blancura y belleza de los pies, pareciéndoles que no estaban hechos a pisar terrones, ni a andar tras el arado y los bueyes, como mostraba el hábito de su dueño; y así, viendo que no habían sido sentidos, el cura, que iba delante, hizo señas a los otros dos que se agazapasen o escondiesen detrás de unos pedazos de peña que allí había, y así lo hicieron todos, mirando con atención lo que el mozo hacía; el cual traía puesto un capotillo pardo de dos haldas, muy ceñido al cuerpo con una toalla blanca. Traía, ansimesmo, unos calzones y polainas de paño pardo, y en la cabeza una montera parda. Tenía las polainas levantadas hasta la mitad de la pierna, que, sin duda alguna, de blanco alabastro parecía. Acabóse de lavar los hermosos pies, y luego, con un paño de tocar, que sacó debajo de la montera, se los limpió; y, al querer quitársele, alzó el rostro, y tuvieron lugar los que mirándole estaban de ver una hermosura incomparable; tal, que Cardenio dijo al cura, con voz baja:

Además, ¿cómo olvidar lo que ha hecho y hace diariamente por descepar del mundo la herejía? ¡Y aún hay descontentos en España! ¡Aún quedan malos vasallos que buscan el modo de trabar el paso a este príncipe ungido por el Señor! ¿Si pensarán los muy bellacos y avarientos que tanta grandeza no merece el nombre de tal si se les toma a ellos una hilacha tan sólo del capotillo?...

Cuando Ramiro hallose de nuevo en su casa, entre los objetos familiares de su aposento, y, desceñida la espada, quitado el capotillo, desajustado el jubón, se arrojó sobre la cama, pareciole que su existencia se internaba en el enredo de una historia novelesca.

Artemisa la del Casal, moza blanca y rubia, briosa y rozagante, con manteo cercado de velludo y capotillo mariñán, acaba de aparecer en el umbral de la antesala. Se la tiene por hija bastarda del Caballero. Trae de la mano a un niño de ojos picarescos, que se tambalea sobre los zuecos blancos, que muestran no haber pisado la tierra.

Bien quisiera don Juan vestir de manera que la ropa favoreciese su buen talle; alguna vez imaginó verse engalanado con capotillo de terciopelo negro, esmaltado por la venera roja de Santiago, gregüescos acuchillados de raso, calzas de seda, zapatos de veludillo, chambergo de plumas, con su joyel de pedrería, guantes de ámbar, espada de taza y lazo, y escarcela, bien preñada de doblas: pero no siendo carnaval todo el año, se ha resignado a usar prosaicos pantalones de patén, levitas de tricot y americanas de chiviot, conservando como único elemento práctico de otros tiempos las monedas de oro que lleva en el bolsillo del chaleco, por cierto en abundancia, aunque parezca inverosímil.

No comprendo la razón de este recelo; pero puesto que no queréis ser visto, escondéos aquí, en mi alcoba. Escondióse el bufón, y el padre Aliaga pidió luz. Cuando se la hubieron traído y se quedó de nuevo solo, cerró la puerta. Entonces el bufón salió de la alcoba, y puso en la puerta, colgado de la llave, su capotillo. ¿A qué es eso? dijo el padre Aliaga.

Para los Febrer era todo cuanto arrojaban en el inmediato muelle las galeras de alto castillo, las cocas de pesado casco, las ligeras fustas, las saetías, panfiles, rampines, tafureas y demás embarcaciones de la época, y en el inmenso salón columnario de la Lonja, junto a los fustes salomónicos que se perdían en la penumbra de las bóvedas, sus abuelos recibían como reyes a los navegantes de Oriente, que llegaban con anchos zaragüelles y birrete carmesí, a los patronos genoveses y provenzales, con su capotillo rematado por frailuna capucha, a los valerosos capitanes de la isla, cubiertos con la roja barretina catalana.

Salió al Auto con coroza, capotillo, pintadas algunas llamas y sabandijas en uno y otra, una Cruz verde en las manos.

Francisca Martí, viuda de Francisco Martí, alias verdera negociante de oficio; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de cincuenta y ocho años; reconciliada y presa segunda vez por judaizante relapsa: salió al Auto con insignias de relajada, coroza, Capotillo de llamas y Cruz verde en las manos; oída su sentencia con méritos, fue relajada al brazo seglar con confiscación de bienes, por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta y confesa.

Encontróle más allá de su dormitorio, en un pasadizo, rebujado en el capotillo, temblando de miedo y de frío, y murmurando entre dientes palabras ininteligibles. ¡Oh! ¡oh! ¿quién es? dijo retirándose de una manera nerviosa al ver á doña Ana. Nada temáis, señor Montiño dijo doña Ana ; soy yo, que de orden del duque de Lerma, voy á echaros fuera para que os vayáis á descansar.

Palabra del Dia

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