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Solo la luz es comparable a mi felicidad». Cerca, de la costa permanecieron Martí y sus compañeros hasta el día 16 que salieron con dirección a la jurisdicción de Guantánamo. Los españoles, sabedores de la llegada de los expedicionarios y de que rondaban por esos lugares, le salieron al encuentro en número de cuatrocientos hombres.

En todo demostraba Martí las extraordinarias condiciones que lo sacaron por encima de los demás hombres... ¿No lo dijo él? «Si los hombres nutren con sus manos prácticas lo que tienen de fieras, yo haré con las mías por nutrirles lo que tienen de palomas». Y así era, ministerio purísimo de amor y de ternura, brazos de par en par abiertos para todos los hombres....

Era antes de la revolución, durante un breve paso de Martí por Cuba; no solo antes de que el movimiento revolucionario estallara, sino también antes de aquella, para muchos aun no claramente conocida, aparición de Antonio Maceo en La Habana.

Esperamos que un discípulo de Rafael María de Mendive, no dejará sin contestación esta carta». Este hecho determinó la prisión de Martí y de Fermín Valdés Domínguez, siendo ambos juzgados en consejo de guerra. Ante el Tribunal fueron llamados los dos. Valdés Domínguez, primero, declaró que él había sido el autor de la carta y de las dos firmas.

En México, tierra ancha y generosa en la que los cubanos han hallado siempre alegría y calor de propio hogar, lo recibieron con marcadas demostraciones de aprecio. A poco de estar Martí entre los mexicanos, era altamente conocido y admirado como periodista, profesor, dramaturgo, orador y poeta.

Así la veía uno por todos lados; la veía en el exterior de los edificios como en el interior de los mismos; en la sala en donde se recibía al huésped como en las habitaciones privadas; en los talleres de tabaquería, en número bastante considerable, hasta el punto de haber podido yo contar seis retratos en un mismo taller. Y en todas partes le hablaban a uno de Martí.

Isabel Cortés, mujer de Francisco Martí, alias Verdera, negociante de oficio, natural y vecina de esta Ciudad, de edad de treinta y dos años; reconciliada y presa segunda vez por delito de judaismo. Leyósele su sentencia con méritos, abjuró de levi, fue condenada en quinientas libras, destierro de esta Ciudad y confinación en el Reino a arbitrio del Tribunal; advertida, reprendida y conminada.

Juana Ana Martí, mujer de Rafael Nicolás Forteza, de oficio botiguero, natural y vecina de esta Ciudad, de edad de treinta y dos años, reconciliada y presa segunda vez por judaizante. Estando en forma de penitente, se le leyó su sentencia con méritos y abjuró de levi; y advertida, reprendida y conminada, fue condenada en quinientas libras y en confinación en la Isla, pena de doscientos azotes.

Tan cierto es que aquello hubiera podido contener la obra revolucionaria que, como se ha dicho después y repetido muchas veces, la actitud que tomó el Gobierno español por la iniciativa del Ministro Maura contuvo un poco a Martí.

Cuando esto leí hace poco más de un año, poco antes de que el señor Viondi pronunciara aquí el discurso del año anterior, me pareció que en estas palabras Martí se retrataba a mismo.