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Sentado frente á ella en un escabel se hallaba un hidalgo de robusta apariencia, cuyos anchos hombros cubría holgada capa negra y que tenía puesta una gorra de terciopelo negro también, con rizada pluma blanca.

Las aguas del afluente, que se mezclan á las mas caudalosas corrientes, formando anchos torbellinos bordeados de espuma, son de una pureza cristalina; ni una molécula de arcilla enturbia su transparencia, y por el fondo de limpia roca, ni siquiera se arrastra un grano de arena.

El gigante Cabeza Negra, cubierto de hierro y con una tremenda maza, anonadaba á cuantos se ponían á su alcance; cada golpe de su maza derribaba una víctima. Por estribor se había lanzado al abordaje con no menos ímpetu el genovés Carleti, bajo de estatura, pero cuyos anchos hombros, robusto cuerpo y membrudos brazos denotaban su fuerza.

Montaba a caballo admirablemente y guiaba un tílburi o un carruaje de cuatro caballos, lo cual nadie sabía hacer en Sarrió más que los cocheros. Cuando se llevaban los pantalones anchos, los de Pablito parecían sayas; si estrechos, era una cigüeña. Venía la moda de los cuellos altos, nuestro Pablito iba por la calle a medio ahorcar con la lengua fuera.

Los vapores se detenían en sus anchos círculos de exploración para echar al agua las embarcaciones de auxilio, que iban recogiendo los cadáveres de los náufragos y los vivos próximos á desfallecer. Ferragut, en su desesperado encierro, percibió nuevos gritos anunciadores de un suceso extraordinario. Otra vez la cruel necesidad de saber le arrastró á la cubierta.

Por la escalera de anchos peldaños y monumental balaústre de piedra bajaba dificultosamente, con la lentitud y el balanceo con que caminan los osos puestos en dos pies, una pareja de seres humanos monstruosa, deforme, que lo parecía más viéndola así reunida: el Arcipreste y su hermana.

Por todas partes se extendía una tierra ondulante de lomos anchos redondeados y vestidos de verde por el trigo y la cebada nacientes. D. Pantaleón, saliendo al fin de su mutismo, hizo en voz alta la observación de que «las gramíneas estaban muy hermosas,» a lo cual respondió su compañero que «era la época del crecimiento de las monocotiledóneas

Hacía propósito de no volver a pescar alimañas de tan poca sustancia, y se figuraba estar tendiendo sus redes en mares anchos y batidos, por cuyas aguas cruzaran gallardos tiburones, pomposos ballenatos y pejes de verdadero fuste. Su mente soñadora la llevaba a los días del próximo invierno, en los cuales pensaba inaugurar una campaña social tan entretenida como fructífera.

Atravesó un gran salón que se llamaba el estrado; anduvo por pasillos anchos y largos, llegó a una galería de cristales y allí vaciló un momento. Volvió pies atrás, desanduvo todos los pasillos y discretamente llamó a una puerta. Petra se presentó en el mismo desorden de antes. ¿Qué hay? ¿se ha puesto peor? No es eso, muchacha contestó don Víctor. «¡Qué desfachatez!

Dueños y dueñas de casa, sentados en anchos sillones de cocina, observaban desde allí los acontecimientos y meneaban la cabeza a propósito de lo difícil que era criar los niños.