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Actualizado: 29 de julio de 2025


Amigooó, ¿crees tuuú, preguntó inquieto Tío Quico, que por la competencia del P. Salví en adelanteee se supriman mis funcioneees? Puede ser, Quico, puede ser, contestó el otro mirando hácia el cielo; el dinero empieza á escasear... Tío Quico murmuró algunas palabras y frases incoherentes; si los frailes se meten á anunciadores de teatro se metería él á fraile.

Sus ojos iracundos y anunciadores del chaparrón de malas palabras con que pensaba acoger al importuno se dulcificaron viendo á Robledo, y antes de que éste hablase, dijo ella con amabilidad: La patrona está en su dormitorio y el marqués ha salido con su maldita caja de pistolas. Yo creía que estaba donde usted... Entre, don Robledo; voy á avisar á la señora.

La decoración de la casa social tenía «carácter», como decía don José: altos zócalos de azulejos árabes, y en las paredes, de inmaculada nitidez, vistosos carteles anunciadores de antiguas corridas, cabezas disecadas de toros famosos por el número de caballos que mataron o por haber herido a un torero célebre, capotes de lujo y estoques regalados por ciertos espadas al «cortarse la coleta» retirándose de la profesión.

Quedaban a obscuras las casas, confundiendo su blancura con la lóbrega masa de los árboles; callaban las gentes, agrupándose invisibles tras las verjas, empalizadas y alambrados, con el silencio del que aguarda algo extraordinario. En los paseos inmediatos al río extinguíanse uno a uno los faroles de gas conforme avanzaba el pastor dando gritos anunciadores del encierro.

Un día que llevaba a remendar un par de zapatos, vio a la mujer del zapatero sentada junto al fuego, presa de los síntomas terribles de una enfermedad al corazón y de la hidropesía, síntomas que Silas había observado en su propia madre, y que habían sido los anunciadores de su muerte. Aquella vista y aquel recuerdo le inspiraron un arranque de piedad.

Los vapores se detenían en sus anchos círculos de exploración para echar al agua las embarcaciones de auxilio, que iban recogiendo los cadáveres de los náufragos y los vivos próximos á desfallecer. Ferragut, en su desesperado encierro, percibió nuevos gritos anunciadores de un suceso extraordinario. Otra vez la cruel necesidad de saber le arrastró á la cubierta.

Palabra del Dia

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