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Para excitar su caridad, para pedir consejo o auxilio, toda criatura humana, por miserable y desvalida que fuese, podía llegar hasta ella, segura de que ella le tendería sin repugnancia sus blancas y piadosas manos, como las de Santa Isabel, reina de Hungría, sobre la inmunda cabeza del tiñoso; pero, si Poldy había de recibir a una persona en su estrado y conversar familiarmente con ella, esta persona necesitaba contar, entre sus ascendientes, héroes y príncipes, y ser además por atildado, culto y perfecto dechado de cortesía, de discreción, y de otras mil raras prendas.

Guiado por la curiosidad y los comentarios de varias damas barbudas, acabó por fijarse el profesor en una de las mujeres que ocupaban el estrado de los senadores.

Además, se corrió por Vetusta que don Carlos se había hecho masón, republicano y por consiguiente ateo. Sus hermanas se vistieron de negro y en el gran salón, en el estrado, recibieron a toda la aristocracia de Vetusta, como si se tratara de visitas de duelo.

Abrí por curiosidad, y mis miradas se hundieron en una verdadera capilla ardiente, de la que se desprendían perfumes desconocidos... Colgaduras por todas partes, alfombras... una lámpara de iglesia pendía del cielo raso... y, allá, en el fondo, sobre un estrado, se alzaba una especie de catafalco, con adornos dorados y un cubrepiés de seda... ¿Y allí dentro era donde habría tenido que dormir yo?

Un niño pequeñito de ocho años subió gateando las gradas del estrado, púsose de puntillas para divisar a su madre, viola a lo lejos y con la punta del diploma le envió un beso... Chicos y grandes aplaudieron con entusiasmo: los unos, por ese instinto de ángel que hace comprender al niño lo que es santo y bello; los otros, por esa tierna simpatía que despierta en el corazón de todo padre o madre cuanto tiende a revelar el puro amor de hijo.

Narada, al contemplar a Morsamor a la luz de las muchas lámparas que en el estrado había, no pudo menos de decirle que competía con el divino Hari, cuando se casó Rukmini en el magnífico palacio de Duarika. No tardó la bella Urbási en aparecer sobre el estrado. La acompañaban cuatro matronas casadas y la seguían sus siervas, y los pocos convidados, amigos íntimos o parientes de su familia.

Y no solamente asistía el cabildo á los toros y las cañas, sino que de sus fondos hacía crecidos gastos en tales fiestas, así en el adorno del estrado que ocupaba, como en rodearse en él de ciertas comodidades y regalarse muy cumplidamente, conforme su clase requería.

Seguidamente, uno y otro, se dirigieron al estrado. Ya un crecido número de visitas rodeaba a don Íñigo. Don Pedro de Valderrábano, hidalgo viejo y socarrón, se paseaba solo, observando maquinalmente los muebles y mirando las figuras de los tapices. Otros señores hablaban, en pie, junto a las vidrieras, por donde entraba una luz opaca y mortecina.

D. Diego, que faltando a nuestro parentesco, a nuestra amistad de toda la vida y a cuanto un caballero cortés y bien nacido debe de respeto a una dama, hubierais vos venido a mi propia habitación y estrado a insultarme con injuriosas reticencias. De nadie dependo, y sólo a Dios tengo que dar cuenta de mi conducta.

Ramiro no quiso acompañar a Beatriz, un movimiento pudoroso le impulsaba a evitar en aquel momento la mirada de su madre. Inclinose, pues, con muda reverencia, y se alejó por los corredores. Aquella tarde, aquella noche y en los días que siguieron, Ramiro recordó sin cesar el coloquio del estrado. Parejas con la tiránica pasión, su orgullo viril crecía ilimitadamente.