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11 Pero después se arrepintieron, e hicieron tornar los siervos y las siervas que habían dejado libres, y los sujetaron por siervos y por siervas. 12 Y vino palabra del SE

La matanza se hace una vez al año en cada casa medianamente acomodada; y en aquella faena suele lucir la señora su actividad y tino. Se levanta antes que raye la aurora, y rodeada de sus siervas dirige, cuando no hace ella misma, la serie de importantes operaciones.

Narada, al contemplar a Morsamor a la luz de las muchas lámparas que en el estrado había, no pudo menos de decirle que competía con el divino Hari, cuando se casó Rukmini en el magnífico palacio de Duarika. No tardó la bella Urbási en aparecer sobre el estrado. La acompañaban cuatro matronas casadas y la seguían sus siervas, y los pocos convidados, amigos íntimos o parientes de su familia.

1 Y alzando Jacob sus ojos miró, y he aquí venía Esaú, y los cuatrocientos hombres con él; entonces repartió él los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas. 2 Y puso las siervas y sus niños delante; luego a Lea y a sus niños; y a Raquel y a José los postreros. 3 Y él pasó delante de ellos, y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano.

10 Y ahora habéis determinado sujetar a vosotros a Judá y a Jerusalén por siervos y siervas; [mas] ¿no habéis vosotros pecado contra el SE

16 El tomará vuestros siervos, y vuestras siervas, y vuestros buenos mancebos, y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras. 18 Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas el SE

3 Y envió Jacob mensajeros delante de a Esaú su hermano, a la tierra de Seir, campo de Edom. 5 y tengo vacas, y asnos, y ovejas, y siervos y siervas; y envío a decirlo a mi señor, por hallar gracia en tus ojos. 6 Y los mensajeros volvieron a Jacob, diciendo: Vinimos a tu hermano Esaú, y él también viene a recibirte, y cuatrocientos hombres con él.

Luminosa beatitud comenzaba a bañarla el semblante. Su palidez sobrepujó las alburas del mundo, el azahar, los lirios, la nieve. Ramiro recordó la descripción de los arrobos de la madre Teresa de Jesús y de otras siervas admirables del Señor, y acordose también de su propia madre, cuando, después de larga plegaria en el oratorio, se desplomaba de súbito, como herida de dulcísima muerte.

Conocía él un rinconcito feliz, un verdadero pedacito del cielo, donde se gozaban anticipadamente las delicias que Dios tiene reservadas a sus siervas. El rinconcito era un convento de Carmelitas que acababa de fundarse en las afueras de la villa, y del cual era el teniente grande y decidido protector.

29 Y aun también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. 30 Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. 31 El sol se tornará en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso del SE