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Algunas de ellas ya no estaban allí. Sin embargo, la superiora salió y se presentó a los pocos instantes con cinco o seis hermanas, que saludaron a Gloria con sonrisa muy pronunciada, pero con poca efusión. Todas parecían confusas y avergonzadas. La sonrisa era tan persistente en su rostro, que llegaba a convertirse en mueca.

El Conde, hecho así muy amigo de don Braulio, hubo de acompañar algunas noches a las dos hermanas hasta la casa de ellas; y como doña Beatriz se la ofreció, él pudo visitarlas y las visitó del modo más correcto. Nada de esto hacía recelar a don Braulio.

Visita se sentó al piano y tocó la polka de Salacia, un baile fantástico de gran espectáculo que se representaba aquellas noches en Vetusta. Salacia, la hija del mar, sacaba a sus hermanas del océano y no se sabe por qué a las bacantes a bailar en la playa una danza infernal; Ana recordó la impresión que aquella polka había causado en sus sentidos.... «¡Las bacantes!

Como era viudo y sin hijos fue cuidado noche y día por los hermanos y hermanas más jóvenes de la comunidad. Silas y William iban con frecuencia a velar durante la noche, reemplazando el uno al otro a las dos de la mañana.

Los rezos se verifican en las casas, á cuyo efecto con la debida anticipación se señala el día y hora en que cada hermana debe hacerlos. Como esta asociación no obedece á presión alguna, y si solo á un acto puramente espontáneo, excuso decir á mis lectores que todas las hermanas sin excepción de clases, cumplen al pie de la letra su misión.

Las esposas, hijas o hermanas de todo aquel señorío masculino daban a los salones gracia, hermosura y lucimiento.

Aquel «señora nieta» me indicaba que la aurora de mi vigésimasexta primavera iba a conocer la reprimenda de que fueron testigos sus hermanas mayores y que era preciso prestar un oído atento y sumiso a los consejos matrimoniales de la abuela.

Si miraba hacia la derecha, de ese lado sentíase amenazado de enamorarse... y si miraba a la izquierda, el peligro cambiaba en el acto pasando a la izquierda. La conversación comenzó fácil, animada, franca. Las dos hermanas estaban contentas. Ya habían dado un paseo a pie por el parque.

Ana, Feliciana y Micaela de Andrade, tres hermanas muy aplaudidas como actrices y cantatrices, apellidadas las tres gracias por sus admiradores.

Las dos manos se soltaron, después de rozarse tibiamente; y ambas hermanas sentáronse, Gregoria, pronta siempre a herir; Casilda, resignada a sufrir, sin dar el cambio, todos los golpes, que le fueran dirigidos.