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Actualizado: 14 de julio de 2025
Pocas palabras más. ¿Crees tú que en tal estado de espíritu puedo ni debo engañar a nadie, ni a mí misma? Yo deploro la actitud de toda mi familia. Mi pobre madre, mis tías, mis hermanas, mis cuñados, todos quieren que yo sea feliz, ¡quién no duda! Pero no se es feliz a la manera de los demás, sino a la propia manera.
Mi elevación a la Academia, mi nombramiento de ministro de Grecia, y las emociones que por otras causas sufriera, habían, al parecer, enardecido ligeramente su sangre. Era el 27 de noviembre; después de haber oído misa, se dirigió desde la iglesia a los baños que había en el hospital y que estaban servidos por hermanas de la Caridad.
El donante adoptaba un continente lúgubre y siniestro, y Joaquinita se asustaba, pensando que podría haber reyerta al salir de la tertulia. A su vez, ellos procuraban introducir la discordia entre las hermanas, dedicándose ora a una, ora a otra. Venían los consiguientes líos y desabrimientos, y en esto se divertían.
13 y que daréis la vida a mi padre y a mi madre, y a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte. 14 Y ellos le respondieron: Nuestra vida responderá por la vuestra, si no denunciaréis éste nuestro negocio; y cuando el SE
Y hablando, hablando, llegaron las confianzas al último límite, y resultó que la mayor de las dos hermanas estaba ya para casarse, y muy enamorada.
Las mujeres bogotanas no desmerecen, por cierto, de sus hermanas de América. Son generalmente pequeñas, muy bien formadas, atrayentes por la pureza de su color, y sobre todo, para uno de nosotros, por el encanto irresistible de la manera de hablar. Tienen una música cadenciosa en la voz, menos pronunciada que la que se observa en nuestras provincias del Norte.
No había concluido el primer acto, cuando en un palco de la izquierda aparecieron Fernanda y Blanca Montifiori con el doctor Montifiori y mi tío. Las dos mujeres estaban radiantes de belleza y de lujo. Parecían dos hermanas. Todas las miradas se concentraron en el palco, todos los anteojos se clavaron en Blanca y Fernanda. Don Benito, que estaba a mi lado, me tocó el brazo.
»Por otra parte, los bienes de mi hijo Roberto están también cargados de deudas; efectivamente, ha tenido que pagar fuertes sumas para desinteresar a sus hermanos y hermanas, y además nosotros hemos conservado sobre la propiedad una hipoteca cuyos intereses nos hacen vivir, lo mismo que a mis otros hijos.
Una monja pequeña, gorda, de vientre hidrópico y nariz exigua y colorada, que en aquel momento llevaba un vaso a los labios, levantó la cabeza. Buenos días, señor Paco... Hasta ahora no han caído más que cuatro. ¿Quiere usted un poquito para abrir el apetito? A mi patrón le hizo mucha gracia aquello. Para abrir el apetito, ¿eh? Deme usted algo para cerrarlo, que me vendría mejor. ¿Y las hermanas?
Las dos hermanas casadas, Candelaria y Benigna, iban alguna vez, Jacinta casi siempre; pero se divertía muy poco. Aquella mujer mimada por Dios, que la puso rodeada de ternura y bienandanzas en el lugar más sano, hermoso y tranquilo de este valle de lágrimas, solía decir en tono quejumbroso que no tenía gusto para nada.
Palabra del Dia
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