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Actualizado: 27 de junio de 2025


Sellos masónicos. Marqués de Sabadell. Porque tenía la atención el coleccionista de apuntar siempre, junto al donativo, el nombre del donante. Apareció al fin la página 117... y el tío Frasquito miró a Jacobo estupefacto, y Jacobo al tío Frasquito horriblemente pálido.

Te ruego me oigas, poderoso hijo de SATURNO, que conmueves el Olimpo al fruncir tu ceño terrible, y vosotros, prudentes y venerandos dioses que presidís y gobernáis á los hombres, no toméis á mal mis palabras, siempre sometidas á la voluntad del donante. Si por acaso mis razones carecen á vuestros ojos de peso, dignáos rebatirlas y pesarlas en la balanza de la justicia. Hay en la antigua HESPERIA, más allá de los Pirineos, un hombre cuya fama ha atravesado ya el espacio que separa al mundo de los mortales del Olimpo, ligera cual rápida centella. De ignorado y oscuro que era, pasó á ser juguete de la envidia y ruines pasiones, abrumado por la desgracia, triste destino de los grandes genios. No parece otra cosa sino que el mundo, extrayendo del TÁRTARO todos los padecimientos y torturas, los ha acumulado sobre su infeliz persona. Más á pesar de tantos sufrimientos é injusticias no ha querido devolver á sus semejantes todo el dolor que de ellos recibiera, sino por piadoso y demasiado grande para vengarse, trató de corregirles y educarles, dando á luz su obra inmortal, el DON QUIJOTE. Hablo, pues, de CERVANTES, de ese hijo de la ESPA

El perro, aunque seguía en sus genuflexiones y zalemas, nada alcanzaba; hasta que enfadado el cojo por la esterilidad del tiempo, y la mezquina condición de tanto estante y ningún donante, así dijo a su cofrade, sirviente y amigo: Pues, amigo Canique, lo que no dan ni prestan, fuerza será tomarlo; entrad a saco a estas buenas gentes, como allá en antaño en el asalto y saco de Roma; mas contad y advertid que no les habéis de tomar sino de lo superfluo y profano, dejándoles entera la piel, y menos interesar algo del tegumento de las carnes, y sin detracción alguna, que todo lo demás, camisa inclusive, os lo fallo y declaro por buena y legítima presa.

El donante adoptaba un continente lúgubre y siniestro, y Joaquinita se asustaba, pensando que podría haber reyerta al salir de la tertulia. A su vez, ellos procuraban introducir la discordia entre las hermanas, dedicándose ora a una, ora a otra. Venían los consiguientes líos y desabrimientos, y en esto se divertían.

Pero la señora Chermidy pensaba que sería más digno de ella tomar un millón sin dar nada en cambio, y guardando siempre la superioridad sobre el donante. Un día que el viejo deliraba a sus pies y renovaba por centésima vez el ofrecimiento de su fortuna, ella le dijo: Acepto, señor duque.

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