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Actualizado: 14 de julio de 2025


Zuzie Percival recibió de su madre una educación muy francesa, y ella educó a su hermana en los mismos sentimientos de amor a nuestro país. Las dos hermanas se sentían enteramente francesas, más aún, parisienses. Apenas les cayó encima aquella avalancha de millones, el mismo deseo se apoderó de las dos: venir a vivir en París. Pidieron la Francia como se pide la patria.

Después de un corto momento de inquietud, respiró... nadie, evidentemente nadie, había notado que él dormía. Enderezose, estirose prudente y lentamente... ¡Se había salvado!... Un cuarto de hora más tarde, las dos hermanas acompañaban al cura y a Juan hasta la pequeña puerta del parque, que daba a la aldea, a un centenar de pasos del presbiterio.

Hay en el fondo de ella una alcoba con una cama de pabellón formado con tela de cuadros azules y blancos: al lado de la cama se encuentran sobre dos bancos de madera dos cunas, grande la una, pequeña la otra. Es el dormitorio de mi madre y de mis hermanas. En el fondo de la habitación hay una chimenea en la que arden cepas y sarmientos, produciendo un gran fuego.

Ya que amistades nocivas le apartaban otra vez del buen camino y le envenenaban el alma con insinuaciones malévolas, con sospechas torpes e impías, más valía dejarle en paz, apartar de su vista el espectáculo inocente, mas para él poco agradable, de dos almas hermanas que viven unidas, con lazo fuerte, en la piedad y el idealismo más poético».

Cuando las dos hermanas se pusieron a recorrer los senderos del jardín prolijamente limpios, rodeados de céspedes cuyo verde claro contrastaba agradablemente con el tinte sombrío de las pirámides y de las bóvedas y con el de los cercos de boj que se elevaban como murallas de verdura, Priscila dijo: Estoy muy contenta con que vuestro marido haya hecho esa permuta de terreno con el primo Osgood y que comience a ocuparse en una lechería.

Que me casaré con mi prima Enriqueta, que conseguiré un matrimonio ventajoso para mis hermanas, y que todos viviremos tranquilos y felices en mis tierras de Bretaña.

Y con sus títulos de Abogado y doctor en Filosofía y Letras, dejó la nación hispana, en 1873, y se fue a visitar a París, Londres y otras importantes ciudades de Europa, siguiendo luego viaje a México, en donde le esperaban, ansiosos de abrazarlos, sus padres y hermanas.

Las miradas de las dos hermanas se posaban sobre ellos con visible enternecimiento; procuraban con ahínco que nadie fuese a interrumpirles; poco les faltaba para mandar a los demás que bajasen la voz a fin de que no les molestase el ruido.

Usted se duele en la cólera de su amor del sacrificio de mi vida: y ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre. Abrace a mis hermanas y a sus compañeros. Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de .

Quería ver al señor Director, al señor facultativo, quería ver a un enfermo, a su señor padre, a un tal don Tomás Rufete; quería entrar aunque se lo vedaran; quería hablar con el señor capellán, con las hermanas, con los loqueros; quería ver el establecimiento; quería entregar una cosa; quería decir otra cosa...

Palabra del Dia

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