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Actualizado: 14 de noviembre de 2025
Además, se corrió por Vetusta que don Carlos se había hecho masón, republicano y por consiguiente ateo. Sus hermanas se vistieron de negro y en el gran salón, en el estrado, recibieron a toda la aristocracia de Vetusta, como si se tratara de visitas de duelo.
Estas treinta o cuarenta personas tienen de tiempo en tiempo el capricho de llamar deliciosa a una mujer evidentemente fea, y es lo bastante para que desde ese día parezca deliciosa. La belleza de las dos hermanas no era discutible.
Quería canarios de alcoba a todo trance, aunque salieran raquíticos y feos; aunque luego fueran traviesos, enfermos y calaveras; aunque de hombres la mataran a disgustos. Sus dos hermanas mayores parían todos los años, como su madre. Y ella nada, ni esperanzas.
Sus hermanos tenían que seguir una carrera, sus hermanas se habían casado, gracias a la dote; todos y todas fijaban en él miradas ansiosas y ávidas como en el autor y el sostén de su dicha. ¡Los réditos! Tal era la palabra aterradora que en lo sucesivo resonaba a toda hora, amenazante, en sus oídos, y por la noche le hacía despertarse sobresaltado y llenaba sus sueños de visiones espantosas.
Para martirizarla, además de sus improperios y apodos, tenía un gato, que creemos nacido expresamente para entrarse en el cuarto de las dos hermanas y hacer allí cuantas inconveniencias puede hacer el gato de un enemigo.
La ha conocido muy niña y la ha encaminado al teatro: cuando tropezó con ella vivía muy estrechamente aprendiendo el oficio de florista: hoy, merced a su talento, gana lo bastante para mantener con decoro a su madre y sus hermanas.
El sacerdote se revenía y se entregaba rendido a la encantadora. Blanca pertenecía a las Hermanas de los Santos, sociedad de niñas, de la que era presidenta y en la que ejercía una grandísima influencia.
Atrás, pillo, ladrón, descamisado, demagogo. Pero todo es inútil. Se lleva, se lleva nuestra cosecha, nuestro bienestar, nuestra riqueza. Pobres hermanas arruinadas, ¿qué haremos para recobrar la perdida colmena?» Empezar otra.
Hubo brega entre las dos hermanas sobre el mejor derecho a la posesión de Miss, y Concha la dejó caer, con tan mala fortuna, que chocando sobre la mesa aplastó un par de pasteles, y manchada con la espuma del merengue emprendió una furiosa carrera hacia el salón. ¡Mi pobre perrita! ¡Animal...! ¡la has muerto! gritó Amparito, como si hubiese ocurrido una desgracia.
Mamá era viuda; con nosotros vivían habitualmente dos hermanas suyas, y en aquellos momentos un hermano, precisamente el que había venido con Inés de Buenos Aires. Este nuestro tío de veinte años, muy elegante y presumido, habíase atribuído sobre nosotros dos cierta potestad que mamá, con el disgusto actual y su falta de carácter, fomentaba.
Palabra del Dia
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