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Su renombrada catedral, una de las mas bellas de Europa, es majestuosa, gallarda, elegante; ataviada con el manto gótico que sus arquitectos la vistieron, se presenta al espectador con todo el interes de un monumento del arte. Las Huelgas, célebre monasterio, fundado por Alfonso VIII, llama tambien la atencion del que viaja para estudiar.

Así es, que sin ruborizarse, los siguió mirando con bastante complacencia, como objetos santos y nada pecaminosos. Pero los tres salieron al punto del agua, y pronto se vistieron de elegantes ropas. Uno de ellos, el más hermoso de los tres, llevaba sobre la cabeza una diadema de esmeraldas y era acatado de los otros, como señor soberano.

Entre el algecireño y la chiquilla la vistieron de mala manera, y con la prisa le ponían la ropa del revés. La señora se impacientaba, llamándoles torpes y dando pataditas.

El dia de Natividad le tomó al Emperador el juramento de fidelidad, y con esto le dió la dignidad de Megaduque del Senado, y le dió la vara dorada, invencion nueva del Emperador, y le vistieron al modo y uso de Senador, con que dejó sus navíos, y se fué á posar á Cosmidio donde estaban sus Catalanes, que algunos de ellos fueron tambien honrados con títulos y mercedes grandes; y desde entónces Berenguer tuvo grandes autoridad con los privados, y en los consejos de Andronico.

»Pusieron al cuerpo el interior humilde atavío de difunto, y después le vistieron como si estuviera vivo, como se acostumbra a hacer con los Caballeros de Órdenes Militares: puesto el manto capitular con la roxa insignia en el pecho, el sombrero, espada, botas y espuelas; y de esta forma estuvo aquella noche puesto encima de su misma cama en una sala enlutada; y a los lados algunos blandones con hachas, y otras luces en el altar donde estaba un Santo Cristo, hasta el sabado, que mudaron el cuerpo a un ataúd, aforrado en terciopelo liso negro, tachonado y guarnecido con pasamanos de oro, y encima una Cruz de la misma guarnición, la clavazon, y cantoneras doradas y con dos llaves: hasta que llegando la noche, y dando a todos luto sus tinieblas, le conduxeron a su último descanso, en la Parroquia de San Juan Bautista, donde le recibieron los Caballeros Ayudas de Cámara de su Magestad, y le llevaron hasta el túmulo que estaba prevenido en medio de la capilla mayor; encima de la tumba fue colocado el cuerpo: a los dos lados había doce blandones de plata con hachas, y mucho número de luces.

Pusiéronlos separados en unos aposentos muy frescos, donde nunca incomodaba el sol, y de allí á ocho dias los vistiéron de un san-benito, y les engalanáron la cabeza con unas mitras de papel: la coroza y el san-benito de Candido llevaban llamas boca abaxo, y diablos sin garras ni rabo; pero los diablos de Panglós tenian rabo y garras, y las llamas ardian hácia arriba.

De remos y sirenas impelida La galera se dexa atras el viento, Con milagrosa y prospera corrida. Leiase en los rostros el contento Que llevaban los sabios pasageros, Durable, por no ser nada violento. Unos por el calor iban en cueros, Otros por no tener godescas galas En trage se vistieron de romeros.

Salió de esta conformidad por las calles, vestido de terciopelo negro con ricos sobrepuestos de oro; amenazaba á todos serian víctimas de los rebeldes, sino le imitaban, porque se persuadirian eran europeos, á que se convinieron por librarse de la muerte, y en un momento logró la transformacion que deseaba, adoptando los hombres prontamente la camiseta ó unco de los indios, y las Señoras dejando sus cortos faldellines aseados, vistieron los burdos y largos acsos de las indias.

15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese colgado de un madero. 16 Entonces los soldados le llevaron dentro del patio, es a saber al Pretorio; y convocan toda la cuadrilla. 17 Y le vistieron de púrpura; y poniéndole una corona tejida de espinas,

El crepúsculo se apoderó del mar y solamente se oyeron, á lo lejos, allá, en la playa, los gritos de los canacos. Un marinero entregó á Jacobo y á Cristián vestidos secos, y temblando aún, tanto por los esfuerzos realizados como por el frío del agua, arrojaron sus pantalones empapados y se vistieron. Hasta que estuvieron á bordo del yate no se cambió ni una palabra.