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Actualizado: 2 de septiembre de 2024


Miquis veía lo que todo el mundo ve: muchos trenes, algunos muy buenos, otros publicando claramente el quiero y no puedo en la flaqueza de los caballos, vejez de los arneses y en esta tristeza especial que se advierte en el semblante de los cocheros de gente tronada; veía las elegantes damas, los perezosos señores, acomodados en las blanduras de la berlina, alegres mancebos guiando faetones, y mucha sonrisa, vistosa confusión de colores y líneas.

Pasaba en Bilbao por ser uno de los jóvenes más elegantes, pero cuando llegaban luchas electorales, se le veía con la boina sobre los ojos, empuñando un enorme garrote, al frente de los aldeanos de los pueblecillos inmediatos.

Y les faltaba poco, en su respeto, para arrodillarse ante el matador. Otros curiosos, de barba descuidada, vestidos con ropas viejas que habían sido elegantes en su origen, movían los rotos zapatos en torno del ídolo e inclinaban hacia él sus sombreros grasientos, hablándole en voz baja, llamándole «don Juan», para diferenciarse de la entusiasta e irreverente golfería.

Entrando en los comercios, aunque no se compre, solo por el gusto que yo tengo en todos los pueblos extranjeros de ver y oir, de ver hasta los detalles, de oir la manera de expresarse, se aprende y se estudia. Aparte de esta calle, hay otras muy buenas y elegantes , pero es sin duda la mejor la citada.

Yo no creo que los galenos toscos y ásperos sean mejores que los finos de porte y de palabra. No pocos simulan cierta tosquedad para demostrar a los incautos que el estudio y las preocupaciones científicas les han impedido adquirir maneras elegantes. Y la verdad, farsa por farsa, prefiero la farsa fina, discreta, cortés, delicada. Pulido es en este sentido lo más pulido que cabe.

Nada ocurrió aquel día digno de notarse, sino que Ponte mejoraba rápidamente, poniéndose muy gozoso con la visita de Obdulia, que estuvo cuatro horas platicando con él y con su mamá de cosas elegantes, y de sucesos rondeños anteriores en cuarenta años a la época presente.

El envilecimiento de las seis mujeres elegantes y famosas parecía halagar su misoginismo. Hablaba con una expresión fríamente vengativa, como si presenciase la abyección de su mayor enemigo. Fué asunto de precio: yo no iba á regatear por millón más ó menos. Lo único que me ocasionó disgustos fué escoger entre varios miles de hermosas solicitantes.

Miss Nicholson respondió con un gesto expresivo acompañado de cierta expresión que a nuestra lengua podríamos traducir por ¡caramba!, arrojándose en seguida al cuello de la vizcondesa, a quien cubrió de besos, para salir después con su aire marcial, la frente radiante, cual si ya reposaran en ella los elegantes florones de la corona de marquesa.

Por allí vaga alegremente la turba de elegantes ociosos y de lujosas cortesanas, que ostentan su hermosura cosmopolita y su fortuna de cotizacion mas ó ménos anónima.

Esos monstruos, caso que hayan existido, habrían puesto en peligro á la Naturaleza misma, chupándose el globo. A Dios gracias, los pulpos de nuestros días no son tan temibles. Sus elegantes especies, tales como el argonauta, gracioso nadador en su ondulada concha, el calamar, buen navegante, la linda sepia de ojos de azur, se pasean por el Océano y sólo atacan á los seres más pequeños.

Palabra del Dia

jediael

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