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La plaza del Palacio Viejo, detras del cual reside el rey de Cerdeña en un edificio que llaman palacio, por equivocacion sin duda, es grande y despejada como todas las de la ciudad: á ella desembocan las calles mas elegantes, donde el comercio tiene sus lujosas tiendas .

El asunto es mil veces más serio en el día. La desesperación no se muestra en jaculatorias y raptos líricos, más o menos elegantes y poco metódicos, sino que se deduce de todo un sistema dialéctica y sabiamente construido. Confiese V. que esto es lastimoso.

Son pingos del andar de gente presumida, y hasta con pespuntes de elegantes mozas.

Entre las muchas queridas pagadas que había tenido, ninguna adquirió tanto ascendiente sobre él como la que tenemos delante. Era ésta una joven de Málaga, llamada Amparo, que hacía tres o cuatro años vendía flores por los teatros y tenía su kiosco en Recoletos. Desde luego llamó la atención por su belleza y desenvoltura y se hizo popular entre los elegantes.

Conozco lo que son esas mujeres elegantes y llenas de perfumes: verdaderos demonios que enclavijan sus uñas cuando agarran y hay que cortarles las manos para que suelten... ¡Y el buque sin trabajar, como si estuviese varado, mientras que los otros se llenan de oro!... Créeme, hijo mío: en el mundo sólo esto es verdad. Y acabó de beberse de un trago todo lo que quedaba del segundo vaso.

A poco presentaba Madrid su animado aspecto de invierno, y dos sucesos trascendentales ocupaban la atención de los políticos y los elegantes: la apertura de las Cortes y el casamiento del monarca.

De corta en corta distancia adornan é interrumpen el camino elegantes estaciones de forma graciosa y moderna, donde se sirven con el mismo lujo que en los mas afamados hoteles, comidas y almuerzos. Los numerosos dependientes que por toda la línea llenan el servicio, pregonan en alta voz á la llegada de los trenes, los nombres de las estaciones.

No pocos de los libros que publican en ediciones elegantes, que jamás ó rara vez tuvieron en España los autores que todo el mundo debiera leer sin aburrirse, son libros que valen por su rareza, y no valen nada en cuanto dejan de ser raros; libros que suele no ver sino por el forro el curioso ó vanidoso que los compra, pudiendo afirmarse que de los trescientos ó cuatrocientos ejemplares de que consta la tirada, las dos terceras partes quedan con las hojas unidas sin que llegue á separarlas la plegadera.

Le agradaron las fábricas de fósforos, altas, enyesadas, limpias, con su gran letrero en la frente; y en Hernani batió palmas al divisar a la izquierda un magnífico parque inglés, con sus macizos de flores resaltando sobre el verde césped, y sus coníferas elegantes, de ramaje simétrico y péndulo.

Después le causaba pavor la visión figurada de los pies de Mauricia... En la oscuridad, que surcaban rayas luminosas, veía las botas elegantes y pequeñas de la difunta... Los pies se movían, el cuerpo se levantaba, daba algunos pasos, iba hacia ella y le decía: «Fortunata, querida amiga de mi alma, ¿no me conoces? ¡Re...! Si no me he muerto, chica, si estoy en el mundo, créetelo porque yo te lo digo.