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Pero yo no escuchaba los consejos de don Román, y repasaba las páginas más elocuentes de Chateaubriand, los versos más dulces de Lamartine, y me aprendí de memoria las mejores escenas del «Hernani», en una colección de comedias, traducidas por no quién.

La muchacha de los ojos negros, a quien al principio no reconoció Martín, era la señorita a quien habían hecho bajar del coche los de la partida del Cura y después se había fugado con ellos en compañía de su madre. Esta señorita le contó a Martín cómo le llevaron hasta Hernani y le extrajeron la bala. Y yo no me he dado cuenta de todo esto dijo Martín . ¿Cuánto tiempo llevo en la cama?

¿Pero no está usted enamorado de ella? No , la verdad. ¡Qué cosa más rara! ¿Que tipo tiene? Es así... algo rubia... ¿Y tiene hermosos ojos? No tanto como usted dijo Martín. A Rosita Briones le centellearon los ojos y envolvió a Martín en una de sus miradas enigmáticas. Una tarde se presentó en Hernani el hermano de Rosita. Era un joven fino, atento, pero poco comunicativo.

¡ has muerto con el batón blanco; porque, así como el guante de piel de Suecia, largo y arrugado, sobre el brazo flaco y nervioso de Sarah Bernhardt ha dado su pincelada a Frou-Frou, así el batón blanco, con cinturón celeste, te hizo a ti, hizo a Lola el prototipo de todas las mujeres de tu tiempo! ¡Qué diablo! ¡ has tenido también tu lugar en el siglo de Hernani!... ¡Presidentes y ministros, generales y grandes abogados de la República Argentina, han creído en ti, como la República ha creído en ellos!

¿Estoy prisionero? No, no; está usted aquí en seguridad. ¿En qué pueblo? En Hernani. Ah, vamos. ¿No me podrían abrir esas cortinas? No, por ahora no. Dentro de un momento vendrá el médico y, si le encuentra a usted bien, abriremos las cortinas y le permitiremos hablar. Con que ahora siga usted durmiendo. Martín sentía la cabeza débil y no le costó mucho trabajo seguir el consejo de la muchacha.

La convalecencia de Martín fué muy rápida, tanto, que a él le pareció que se curaba demasiado pronto. Bautista, al ver a su cuñado en vísperas de levantarse y en buenas manos, como dijo algo irónicamente, se fué a Francia a reunirse con Capistun y a seguir con los negocios. Martín pudo tomar Hernani por una Capua, una Capua espiritual.

»El conde me ha dejado ir solo al teatro; y no obstante, ya sabe usted si es apasionado de Verdi. ¿No fue en una representación del Hernani cuando su mirada se encontró por primera vez con la de usted? Pero el pobre muchacho se inmola materialmente a su deber. ¡Qué marido, señora, para aquella que sea su esposa definitiva!

¡Bautista! exclamó Martín . Corre a Hernani, busca gente y tráela. Nosotros nos defenderemos aquí un momento. Iré yo dijo Joshé Cracasch. Bueno, entonces deja el fusil y las municiones. Tiró el músico el fusil y la cartuchera y echó a correr, como alma que lleva el diablo. No me fío de ese músico simple murmuró Martín . Vete , Bautista. La lástima es que quede un arma inútil.

Le agradaron las fábricas de fósforos, altas, enyesadas, limpias, con su gran letrero en la frente; y en Hernani batió palmas al divisar a la izquierda un magnífico parque inglés, con sus macizos de flores resaltando sobre el verde césped, y sus coníferas elegantes, de ramaje simétrico y péndulo.

La entrada costaba tres reales, y las noches de estrenos de óperas ó de iluminación, llegaba á una peseta. Los Lombardos debieron gustar bastante al público, pues la ópera se representó, después del día de la inauguración, en cuantas noches hubo espectáculo hasta el 2 de Enero de 1848 y á la citada obra siguieron Sonámbula, Atila, Lucrecia Borgia, Hernani y Favorita.