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Se cruzó con el hombre «fúnebre y misterioso», su vecino de camarote, vestido de luto como siempre y con el rostro cuidadosamente afeitado. Apenas dobló su digna tiesura con una ligera inclinación de cabeza. Luego envolvió a Maltrana en una ojeada fugaz de sus pupilas azules y duras, y siguió adelante, contestando con voz seca: «Bonjour, monsieur».

El gigante la dejó por unos momentos sentada al borde del arroyo, para meterse otra vez entre los árboles. Quiero llevarme un recuerdo de esta visita dijo á Flimnap. Y el profesor vió cómo cogía con ambas manos un árbol que le llegaba á la cintura, empezando á moverle á un lado y á otro, cual si pretendiese arrancarlo del suelo. Una nube de hojas envolvió al gigante.

La puso sobre la mesa y la envolvió en una mirada tierna y compasiva. ¡Pobre niña! murmuraron sus labios. ¡Por qué andarán tan mal arregladas las cosas de este mundo!

No habría llegado aún Francisco Montiño al puente de Segovia, cuando su mujer, que había despedido á su hijastra para irse á dormir, se encerró en su dormitorio, se dirigió á una ventana, que parecía clavada, sacó con suma facilidad dos de los clavos, que sólo servían de una manera aparente, abrió, y tomando un papel, al que hizo tres agujeros, envolvió en él un pedazo de pan, sin duda para dar al papel peso, y se puso á cantar, teniendo fijos los ojos en una ventana cercana de una torre que por aquella parte del alcázar estaba contigua á las habitaciones del cocinero mayor.

El candilejo, que sin duda era también poco amante de lo clásico y estaba empalagado de tanto endecasílabo, no quiso alumbrar más tiempo la plaza pública, y se apagó. Ramón cerró á obscuras su manuscrito; comprendió que lo mejor que podía hacer era imitar á sus amigos; bajó de la mesa, tomó la capa, se envolvió en ella, y tendióse de largo sobre el bendito suelo.

Aquel mar tranquilo como una laguna, sin rompientes y sin olas, no podía guiarle con el ruido de sus aguas al chocar contra la orilla. Un silencio absoluto envolvió á Edwin. La profunda calma de la noche solamente se turbaba con el crujido de los arbustos, que tenían forma de árboles. Sus ramas, al partirse bajo sus pies, lanzaban chasquidos de madera vigorosa.

El militar, al detener con un vigoroso esfuerzo el movimiento agresivo de Chaleco contra Elías, se rozó la mano izquierda con la extremidad puntiaguda de la empuñadura de la navaja que el mozo llevaba en la faja. Esta rozadura le levantó un poco la piel y le hizo derramar alguna sangre. El militar se envolvió la mano en un pañuelo, y con la derecha tomó el brazo del viejo.

Y señalaba los altos hornos, las robustas torres gemelas, unidas por el ascensor que subía hasta sus bocas las cargas de mineral y de combustible. Un calor de volcán envolvió á los dos hombres al aproximarse á los altos hornos. Marchaban por plataformas de tierra refractaria, surcadas con una regularidad geométrica por pequeñas zanjas que servían de moldes al mineral en fusión.

622 Me hinqué también a su lado a dar gracias a mi Santo; en su dolor y quebranto ella, a la Madre de Dios, le pide en su triste llanto que nos ampare a los dos. 623 Se alzó con pausa de leona cuando acabó de implorar, y, sin dejar de llorar, envolvió en uno trapitos los pedazos de su hijito, que yo le ayudé a juntar.

El duque, más despreocupado, intentó aparecer como un hombre de mundo, pero la rigidez de la viuda paralizó todas sus gracias y sintió frío hasta en la espalda. La señora de Villanera, por un error que se comete frecuentemente en los primeros encuentros, envolvió en un mismo juicio despectivo al duque y a la duquesa.