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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Y todo ello por exceso de amor, porque él está prendado de ambas y porque se encuentra, aunque sea innoble comparación, que suplico se me perdone, como burro entre dos piensos. En resolución, Julio Guzmán, a quien su querida Sara se allana a casar con su hijastra Cora, se arregla de suerte que causa la infelicidad de Cora y de Sara y se queda sin la una y sin la otra.
Pasó en silencio por delante de ellos y fué derecha a las habitaciones de su madrastra como quien ha recorrido aquel camino muchos años. La duquesa estaba, en aquel momento, de conferencia con el médico director de un asilo de ancianas pobres, que ella había fundado hacía poco tiempo en unión de otras señoras. Al levantarse la cortina y ver a su hijastra, sonrió con dulzura. ¿Eres tú, Clementina?
La duquesa de Requena había mejorado bastante en unos baños de Alemania, adonde su marido la había llevado. Desde que tenía hecho testamento a favor de su hijastra, éste la prodigaba extremados cuidados, sabiendo cuánto le importaba su vida. Los negocios del célebre especulador marchaban también prósperamente. La mina de Riosa se había comprado como él pretendía, al contado.
De vez en cuando levantaba un poco los párpados y dirigía una mirada afectuosa a su hijastra arrodillada. El sacerdote leía con voz nasal, quejumbrosa, las oraciones de su libro. Así murió la duquesa de Requena. ¡Dejadla, dejadla partir! Algunos días después, Clementina y su marido, a pesar del odio inextinguible que se profesaban, celebraban largas y frecuentes conferencias.
La verdad es que tenía razón miss Ana y los demás criados al decir que la señora era quien echaba a perder a la chica. D.ª Carmen, viviendo en una espantosa soledad moral, estaba tan cautivada y agradecida al vivo cariño que a todas horas le demostraba su hijastra, que no tenía ojos para ver sus faltas, y si los tenía carecía de fuerzas para corregirlas.
Hizo una pausa la bondadosa señora; quedóse mirando al vacío tristemente, y luego, abrazando a su hijastra que aún permanecía de rodillas y acercando los labios a su oído, le dijo en voz baja: Mira, hija mía, yo no tardaré en morir y pienso dejarte todo cuanto tengo. La mitad de la fortuna de tu padre es mía, según me ha dicho el abogado de la casa.
No habría llegado aún Francisco Montiño al puente de Segovia, cuando su mujer, que había despedido á su hijastra para irse á dormir, se encerró en su dormitorio, se dirigió á una ventana, que parecía clavada, sacó con suma facilidad dos de los clavos, que sólo servían de una manera aparente, abrió, y tomando un papel, al que hizo tres agujeros, envolvió en él un pedazo de pan, sin duda para dar al papel peso, y se puso á cantar, teniendo fijos los ojos en una ventana cercana de una torre que por aquella parte del alcázar estaba contigua á las habitaciones del cocinero mayor.
Todos cinco venían del Real: hacía muy cerca de media hora que esperaban. ¡Que poca vergüenza tienes, hijo! dijo la Amparo con el hermoso entrecejo fruncido . Y menos aún los que toman en serio tus convites. Chica, me figuré que saldrías más tarde del Real. ¡Eso! Dí que estabas a gusto en casa de mi hijastra, y entonces puedes tener cierta disculpa.
Te juro que no... ¿Cómo quieres que te lo jure?... ¡Ay Dios mío!, ahora se me está ocurriendo que ese pobre niño es el hijo de la hijastra de Izquierdo. ¡Pobre Nicolasa! Se murió de sobreparto. Era una excelente chica. Su niño tiene, con diferencia de tres meses, la misma edad que tendría el mío si viviese. ¡Si viviese! Si viviese... sí... Ya ves cómo te canto claro. Esto quiere decir que no vive.
Con el instinto infalible de los corazones generosos, comprendió que si aquella tierra no daba amor era porque hasta entonces sólo se había sembrado odio. Los afectos dulces residen en todo ser humano, como en todo cuerpo la electricidad: mas para hacerlos vibrar, precisa someterlos a una fuerte corriente de cariño por algún tiempo. Y esto fué lo que hizo D.ª Carmen con su hijastra.
Palabra del Dia
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