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Apeáronse y recogió Sancho su repostería en un aposento, de quien el huésped le dio la llave; llevó las bestias a la caballeriza, echóles sus piensos, salió a ver lo que don Quijote, que estaba sentado sobre un poyo, le mandaba, dando particulares gracias al cielo de que a su amo no le hubiese parecido castillo aquella venta.

Y todo ello por exceso de amor, porque él está prendado de ambas y porque se encuentra, aunque sea innoble comparación, que suplico se me perdone, como burro entre dos piensos. En resolución, Julio Guzmán, a quien su querida Sara se allana a casar con su hijastra Cora, se arregla de suerte que causa la infelicidad de Cora y de Sara y se queda sin la una y sin la otra.

El general, siguiendo una respetable tradición, se guardaba tranquilamente los sueldos de los combatientes que no existían y el valor de los piensos que jamás habían olido sus caballos. De algún modo debía pagar la patria los servicios pretéritos de sus héroes y los que le seguirían prestando en el resto de sus días. Continuaba en guerra el país.

Los adversarios de Martínez propalaban en la capital que éste tenía más empeño en eternizar la guerra que los mismos insurrectos. La paz significaba para él, como para los otros jefes de operaciones, la supresión de los regimientos fantasmas y de los piensos de la caballada no menos irreales.

En éstas y otras, y devorados por los comensales, amén de los pucheros bien atacados, dos docenas de pollos en salsa, media arroba de carne estofada y una calderada de arroz con leche, repartió entre ellos don Simón un mazo de puros del estanco; encargó a cada uno de los doce subalternos el mayor esmero en el cumplimiento de la comisión que se les había dado; los favoreció con un afectuoso apretón de manos; pagó la comida a los diez y ocho, y los piensos de otros tantos caballos, más algunas herraduras que hubo que poner a tres o cuatro de los últimos; y seguido de la consabida media docena de personajes que formaban su estado mayor, bajó al corral.

El marqués gustaba de tener una reata de ocho hermosos mulos, los cuales se hubieran comido una barbaridad de cebada, sin trabajar para el marqués sino cuatro meses a lo más cada año; pero D. Acisclo se servía de los mulos para los acarreos y tráficos, y así se ahorraba él de pagar mulero y mulos, y hacía que el marqués ahorrase sobre seis meses de piensos.

PELAYO. Si lo quiere el cielo, Juana, Sucederá por lo menos... Que habremos llegado a casa, Y pues que tienen sus piensos Los rocines, no es razón Que envidia tengamos dellos. JUANA. ¿Ya nos vienes a matar? SANCHO. ¿Dónde está señor? JUANA. Yo creo Que es ido a hablar con Elvira. SANCHO. Pues ¿déjala hablar don Tello? JUANA. Allá por una ventana De una torre, dijo Celio.

Perdóname y pide a la fortuna, en el mejor modo que supieres, que nos saque deste miserable trabajo en que estamos puestos los dos; que yo prometo de ponerte una corona de laurel en la cabeza, que no parezcas sino un laureado poeta, y de darte los piensos doblados.

Su pan se lo pasaba á la mula, dándole además generosamente los piensos guardados en un saco sobre las ancas del animal. Podía comerlos todos: lo importante era que continuase marchando.... Pero una mañana, en mitad de la jornada, cuando Ovejero se creía cerca de la tumba, el animal dobló sus patas y acabó por tenderse en el suelo.

Recibes, dixo Apolo, amigo, engaño. Leyome el pensamiento. Este remedio De los vaguidos cura, y sana el daño. No come este rocin lo que en asedio Duro y penoso comen los soldados, Que están entre la muerte y hambre en medio. Son deste tal los piensos regalados, Ambar y almizcle entre algodones puesto, Y bebe del rocio de los prados.