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FÓRMULA TERCERA. Después de limpias las perdices se ponen en una olla y se echa dos jícaras de aceite, una de vino blanco, una cucharada de vinagre, cuatro jícaras de agua, una cabeza de ajo, una cebolla a ruedas, dos granos de clavillo y cuatro de pimienta, una hoja de laurel, una ramita de perejil y sal. Se pone un papel de estraza debajo de la cazuela con agua.

Se escurre bien, procurando reunir los trozos de modo que la cabeza no pierda su forma. Se cose con hilo fuerte, procurando que el hueco que han dejado los huesos quede bien cubierto; se envuelve en paño y se cose muy apretado, poniéndolo a cocer durante ocho horas con agua y vino blanco por partes iguales con sal, tomillo, pimienta, perejil, laurel y zanahorias.

Y cuando ya la Muerte no tenía ni la bandera, ni la espada, ni la corona del emperador, cantó el pájaro de la hermosura del camposanto, donde la rosa blanca crece, y da el laurel sus aromas a la brisa, y dan brillo y salud a la yerba las lágrimas de los dolientes.

Alzando verdes palmas Tejidas con el lirio, La gloria y el martirio Reciba su ovacion; Y alzando patrios himnos Que vuelen por los aires, Levante Buenos Aires Su invicto pabellon. Libertad, sube á tu trono De la gloria en el broquel, Agitando nobles palmas, Coronada de laurel.

Me acordé, con los ojos húmedos, de mi aldea del Miño, la venta con un ramo de laurel colgado sobre la puerta, el banco del herrador y las riberas fresca y rozagantes cuando verdean los linos. Era la época en que las palomas emigran de Pekín hacia el Sur.

A la derecha, y sobre otro altar, estaba ya también en su nicho el Santo Patrono. Ambos altares resplandecían con muchísimas velas y hachones ardiendo, y ramilletes de flores y festones y guirnaldas de arrayán, laurel y limonero los engalanaban.

Solo una vez brillaron sus espadas: Para romper cadenas execradas, Y sostener las tablas de la Ley; Para postrar esclavos y tiranos, Para afirmar los vínculos de hermanos, Y atarlos con cadenas de laurel.

Lope, por su parte, siempre se manifestó dispuesto á confesar los méritos de su pretendido rival, como se desprende de dos pasajes de La Dorotea, de la dedicatoria de sus novelas y de El Laurel de Apolo.

Ahí la teneis en lo alto de un calvario, Envuelta por el fúnebre sudario Que le arrojó la torpe esclavitud; Reina con el cabello pisoteado, Laurel al que la lluvia no ha regado Y se marchita en flor de juventud.

Feliz el que pueda colgar á su estremo La escelsa corona de rosa y laurel, Cual símbolo hermoso del genio supremo Que indique á la reina de todo el verjel. Feliz el que pueda mezclar sus despojos Al polvo impalpable que el viento alzará, Cuando esa belleza con llanto en los ojos Desgarre ese velo que sombra le .