United States or Eritrea ? Vote for the TOP Country of the Week !


Déjala, hija, déjala ser todo lo hermosa que dicen y algo más todavía. Á ti no te toca más que compadecerla, porque le falta á la pobrecita la hermosura mayor, que es la honra. Soledad levantó el pestillo de la puerta y penetró en la estancia.

¡Déjala ir! gritó Raquel abrazándola y procurando recobrar la carta. Pero dos golpes sonaron a la puerta de la habitación. Apareció sonriendo Charito, vestida de claro; una rica piel blanca envolvía, bajo el sombrero negro, su rostro ligeramente acalorado. Tomó con efusión las manos de Adriana. Anduvimos hasta esta hora con Muñoz y con mamá, haciendo compras para ti.

Suelta á la pantera de nuestra historia gritaba el médico; déjala en libertad, después que ha costado un siglo de esfuerzos colocar ante ella unos barrotes por entre los cuales saca las patas siempre que puede, y ya verás cómo corresponde á tu candidez de liberal á la antigua. ¿Y qué quieres? preguntó Sánchez Morueta. ¿Matarla? ¿Crees que eso es posible, de un golpe?

No, no te la quites...». «Pero Señora, por amor de Dios...». «No, déjala. Es tuya por derecho de conquista. ¡Es que tienes un cuerpo...! Úsala en mi nombre, y no se hable más de ello». De esta manera tan gallarda obsequiaba a sus amigas la graciosa soberana... Faltó poco para que a mi buen Thiers se le saltaran las lágrimas oyendo el bien contado relato.

Don Fadrique, con ánimo decidido, con verdadero denuedo, se dirigió á la puerta señalada, entró, y la volvió á cerrar. No bien desapareció D. Fadrique, llegó la criada. ¡Hola! dijo el P. Jacinto. ¿Está Doña Blanca sola? , padre. ¿No entra su merced á verla? No; más tarde. Déjala tranquila. No entres ahora, que estará ocupada en sus negocios. No la distraigamos. ¿Está Clarita en su cuarto?

Si después de hacer esta vida durante seis meses o un año persiste en meterse monja, déjala que vaya bendita de Dios. Mientras tanto, a nadie convencerás de que no se ejerce presión sobre ella. ¡Uf! exclamó Isabel, después de repetir estas palabras de su padre. La tía se puso de veinticinco colores. Creí que le iba a dar un desmayo.

Vamos, Velázquez, déjala interrumpió Pepe de Chiclana, avergonzado por haber sido causa de aquella disputa. ¡Déjala! ¡déjala! dijeron todos á un tiempo. He dicho que baila, y bailará profirió Velázquez alzándose de la silla en actitud soberbia y provocativa. Soledad se puso pálida; quedó un instante suspensa y dijo al cabo humildemente: Está bien; no te incomodes. Haré lo que tu quieras.

Por un segundo se abandonó, desfallecida, a esta imaginación de Julio que sobrevenía para salvarla de Muñoz. Y ambos huían de la pobre Laura. Pero luego estrujó el papel con impaciencia y sonrió con angustia. Raquel se retorcía las manos, consternada. ¡Déjala ir! Si supieras, Raquelita, qué inútil sería también esta carta. A Muñoz no podrás quererlo nunca.

Concha se incomodó: ¿Lloras por el pelito?.. ¡Qué lástima de azotes!... No tienes la culpa, sino los que te crían como una princesita siendo tanto como nosotras... digo, menos que nosotras añadió por lo bajo, que al fin tenemos padres. ¡Vamos, Concha, déjala!... No hagas caso, monina, que pronto tendrás pelo otra vez dijo María con acento maternal.

Amparito, nunca te he visto tan enfadada, ni tan guapa tampoco.... Aquí está la invitación dijo sacando la cartera. Métela en ... exclamó la sultana con desprecio. Fué preciso que el banquero se humillase a rogarle que la aceptara. Al cabo de muchas súplicas se dignó tomarla. Bien; déjala ahí y vete al pasillo por haberme puesto tan nerviosa.