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Frente a una de ellas acertó apararse distraídamente, y a través de los gruesos barrotes vio desamparado y desierto aquel mismo lugar donde pocas horas antes era todo animación y bullicio.

Gabriel, en sus paseos por la catedral, admiraba la verja del altar mayor, maravillosa obra de Villalpando, con sus follajes de oro viejo y sus barrotes negruzcos con manchas de estaño. Estas manchas hacían afirmar a los mendigos y guías del templo que la verja era de plata, sólo que los señores canónigos la habían pintado de negro para evitar que la robasen los soldados de Napoleón.

Al seguir el muro exterior del jardín, Ferragut encontró á las dos señoras. Cotemplaban las flores á través de los barrotes de una puerta. La más joven expresaba en inglés su admiración por unas rosas que balanceaban su púrpura en torno del pedestal de un viejo fauno. Ulises experimentó un irresistible deseo de mostrarse intrépido y galante.

Leonora no sabría que había estado cerca de ella, en el huerto silencioso inundado de luna, adorándola por última vez, despidiéndose con el dolor mudo con que se dice adiós a la ilusión que se pierde en el horizonte. Vio ante él la verja de verdes barrotes, aquella que se había cerrado a sus espaldas con el estrépito de una injuriosa despedida.

Como hemos dicho, don Fabricio era extremadamente delgado, y decidió intentar pasar el cuerpo por aquella parte de la reja, en que los barrotes eran más esbeltos y, por consiguiente había mayor espacio entre ellos. A la madrugada siguiente, enorme concurso de curiosos se aglomeraba a la entrada del palacio.

Una bota de cuero llena de vino circuló entre los frailes y el verdugo. Justo es decir que éste bebió el último; y como después de todo era bueno y humano, pasó la bota a través de los barrotes y la ofreció al gitano. Gracias, hermano dijo éste. ¡Por Cristo! ¡está usted muy aburrido! replicó el digno hombre ; pero, ya lo veo, usted me desprecia a causa de mi profesión.

¡Vete, vete, o te abofeteo!... Jamás vuelvas aquí. Y para dar más fuerza a estas palabras cuando Rafael, humillado y sucio, salió del huerto, Leonora cerró tras él la verja de madera con tan brutal ímpetu, que casi hizo saltar los barrotes. Doña Bernarda mostrábase contenta de su Rafael.

Gruñía, daba grandes manotones al aire, se sacudía contra los barrotes de hierro... Muchas veces, antes de que Catalina viera a Raguet, conocía su aproximación por las demostraciones del mono, quien ni escuchaba entonces sus voces... Tiene celos de ti decía después a Raguet.

Al cuarto de hora vio al muchacho que venía aproximándose disimuladamente a la verja, dando puntapiés a un bote de hoja de lata que encontró allí cerca: entonces ella se ocultó tras uno de los pilares de mampostería que había en los ángulos del invernáculo y, cuando el chico se acercó a meter la mano por entre los barrotes de la verja, salió de su escondite, diciendo: Oye, Pateta.

Aquí está Baldomero, don Melchor; ¿para qué me necesita? dijo tomándose en alto con ambas manos de los barrotes de la ventana que daba al corredor. ¿Ya tomó café, Baldomero? ¿De desayuno?... todavía no, don Ricardo contestó Baldomero festejando su propia ocurrencia. ¡Qué! ¿Es tan tarde?... ¡No, señor!... luego va a ser más tarde...