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Es un magnífico pedestal, pero sin estátua; un sábio geroglífico, pero sin pirámide; un arcano que no tiene misterios, ó bien un misterio que no tiene arcanos. El arte de Aténas es materialista, grosero, impuro. No importa que Vénus sea disoluta; el secreto está en que sea hermosa. No importa que el demasiado aroma emponzoñe el aire; el secreto está en que se queme aroma.

Un niño de jaspe veteado oscuro sentado de un lado con un delfín que le abraza el cuello de media vara de alto sobre su pedestal, delgado de dos pulgadas. Una cabeza de marmol colosal de dos cuartas y media de alto. Otro niño de marmol en acto de dormir de cuarta y media de largo.

El drama ya ha empezado y sin sentirlo un acto ha terminado. Y suben el telón del segundo acto. La adolescencia loca, con sus brios de férvida osadía, se levanta gigante en medio de la lucha desafiando al mundo con los años que tiene por delante. Se propone vencer, porque confía en ese amor sin fin que engendra un ideal, y en el firme y seguro pedestal de una amistad sin cerco ni confín.

Entre aquellas crestas descollaba una de pasmosa elevación y arrogancia, que la gente del país llamaba Peña Mayor. Era un enorme peñasco á quien todos los demás que en torno suyo se agrupaban servían de pedestal. Terminaba en punta, como la aguja de una inmensa y fantástica catedral; pero los que hasta allá habían trepado alguna vez afirmaban que sobre esta punta había un campo bastante espacioso.

Frisaba ésta en los cincuenta, pero no estaba mal conservada, y apoyada sobre el pedestal de una más que regular fortuna, parecía a los ojos de sus amigos como una diosa. Bien persuadida estaba también ella de su influencia fascinadora, y por eso abusaba; quizá se juzgase digna de un marido más fresco y juvenil.

Desembocaron al fin en una plaza o plazoleta, en el centro de la cual trabajaban algunos obreros levantando un artístico pedestal de mármol. Es el pedestal para la estatua del señor duque dijo el director de las minas en voz alta. ¡Ah! ¿Con qué van a colocar ahí su estatua, duque? exclamaron unos cuantos rodeando al prócer. Este se encogió de hombros haciendo un gesto de desprecio. No .

No, ¡canástoles! aquello allá estaba de por , más adentro o más afuera; pero allá estaba... No tenía duda: para estimar una estatua en todo su merecido valor, había que verla colocada en su pedestal. ¡Canástoles, canástoles, si daba que rumiar el caso, para un hombre de los planes y de las ideas que él tenía en el meollo!

Las amigas no se cansaban de exaltar su virtud y heroísmo; la villa la contemplaba con asombro, y en torno de ella no se escuchaban más que lisonjas y frases de admiración. María se hallaba realmente sobre un pedestal. Y, como todo el que se encuentra bajo las miradas del público, nuestra joven procuraba ocultar las emociones de su alma mostrando un semblante sereno y alegre.

Si la Venus antigua, manca, mutilada, de la cual sólo gozan los ojos, y que no se digna bajar de su pedestal, no tiene precio, ¿cuánto vale una mujer de veinte años, estatua viva y cariñosa? Repuesto del esfuerzo que le costó aquel rasgo, don Juan guardó en el baúl las pocas ropas que tenía sobre las sillas y colgadas de las perchas.

No se acusaba al Conde de haber arrancado de frente alguna el luminoso nimbo de la santidad y de la pureza. No había mujer que hubiese descendido por él de un pedestal sagrado donde hubiera estado antes, sin que jamás la tocase el lodo de la tierra, sin que se empañase en lo más mínimo la nítida blancura de la fimbria de su veste.