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Batiste le miraba con asombro y al mismo tiempo sentía un vago deseo de irse. Comenzaba á caer la tarde; en la plazoleta subían de tono las voces; se iniciaba el escándalo de todas las noches de domingo. Además, Pimentó le miraba con demasiada frecuencia, con sus ojos molestos y extraños de borracho firme.

Cuando llegaron a las inmediaciones de León era ya noche. Pero ¿qué ocurre en León? Al llegar a la plazoleta donde cambia el tiro la diligencia descubren gran golpe de gente, escuchan voces desaforadas, ruido desacordado de instrumentos de música, tañido de cencerros. Y ven alzarse sobre la muchedumbre algunos trasparentes pintados.

Plácido no quería: por dos menos no cierran una clase de más de ciento cincuenta. Se acordaba de las fatigas y economías de su madre que le sustentaba en Manila privándose ella de todo. En aquel momento entraban por la brecha de Sto. Domingo. Ahora me acuerdo, exclama Juanito al ver la plazoleta delante del antiguo edificio de la aduana; ¿sabes que estoy encargado para recoger la contribucion?

D. Félix hizo un gesto perentorio para imponer silencio y empezó á dar paseos por la plazoleta con la violencia de fiera enjaulada. De vez en cuando salían de su boca temerosas interjecciones y de su nariz resoplidos más temerosos aún. Regalado, los criados y algunos vecinos que por allí cruzaban le contemplaban con asombro y respeto. De vez en cuando dirigían miradas de odio al insolente que le había puesto en tal estado, al mísero D. Casiano.

Todo era asunto de cerrar una hora antes la taberna; pero dentro de ella jamás tendría la justicia quehacer alguno mientras estuviese él detrás del mostrador. Batiste, después de mirar furtivamente desde la puerta al tabernero, que con la ayuda de su mujer y un criado despachaba á los parroquianos, volvió á la plazoleta.

Bajo un cobertizo brillaba el ojo inflamado de una fogata, y junto a ella el Ferrer, de pie ante el yunque, golpeaba con el martillo una barra de hierro ígneo. Febrer no quedó descontento de su entrada teatral en la plazoleta. El verro levantó la vista al oír ruido de pisadas en el intervalo de dos de sus golpes, y quedó inmóvil, con el martillo en alto, al reconocer al señor de la torre.

Estas cruces bárbaras, con estrellas y corazones grabados en negro, dan un carácter sombrío y trágico a las aldeas vascas. En el vértice del cerro donde se asienta Zaro, en medio de una plazoleta, estrecha y larga, se yergue un inmenso nogal copudo, con el grueso tronco rodeado por un banco de piedra.

Luego la seguía con gritos de alegría hasta la plazoleta donde se alzaba la casa de D. Félix. Huyósele á éste por completo la tristeza del alma al escuchar las esquilas y los mugidos de su ganado. Salió á la puerta con faz sonriente y comenzó á examinar sus vacas y á charlar animadamente con los dos zagalones que las conducían, haciéndoles mil preguntas y encargos.

Martín pasó por el puente del Azucarero contemplando el agua verdosa del río. Al llegar a la plazoleta donde comienza la Rua Mayor del pueblo viejo, Martín se detuvo frente al palacio del duque de Granada, convertido en cárcel, a contemplar una fuente con un león tenante en medio, en cuyas garras sujeta un escudo de Navarra. Estaba allí parado, cuando vió que se le acercaba el extranjero.

Sólo había en él dos mujeres del pueblo arrodilladas y vestidas de luto: esposas ó madres de hombres muertos en la guerra. Al volver á la plazoleta se entretuvo en leer y releer los títulos de todos los papeles expuestos en un kiosco de periódicos.