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Así se enojó Aquiles, y ésos fueron los sucesos de la guerra, hasta que se le acabó el enojo. A Aquiles no lo pinta el poema como hijo de hombre, sino de la diosa del mar, de la diosa Tetis.

Poldy, aun saliendo poco, y para verse al espejo, y para que su marido la viese, se vestía a la última moda, con esmero, buen gusto y acendrada elegancia. Isidoro me llevó a la quinta, me presentó a Poldy y tuve el placer y la satisfacción de admirarla. Aunque frisaba ya en los cuarenta años, el sol de su hermosura brillaba en el cenit y ella parecía una diosa.

El pasaje del poeta inmortal en el lugar aludido, podria tomarse como un mito de un excelente método para desbaratar sofismas. «Echaos sobre él, decia la diosa Idothea á Menelao y sus compañeros; cogedle, y á pesar de todos sus esfuerzos para escaparos, no le solteis, continuad estrechándole fuertemente.

Otra estátua de la Diosa Amphitrite ó Thetis con un delfin á los pies también en su nicho de siete cuartas y media de alto sobre una basa de la misma piedra lastimadas las piernas y le faltan los dedos de las manos. Un niño también en su nicho de cuatro cuartas y media de alto que tiene en la mano izquierda una paloma y en la derecha una concha todo de marmol.

Una estela de luz corrió vivamente sobre ellas inflamándolas. El lucero divino recogió sus rayos con galantería, ante la luz serena de la diosa que empezó a levantarse lenta y majestuosamente, eclipsando los diamantes de todos tamaños que en torno suyo lucían.

Tal es la fuerza del licor, tan fuerte Es de las aguas la virtud, que pueden Competir con los fueros de la muerte. Hace el ingenio alguna vez que queden Las verdades sin credito ninguno, Por ver que á toda contingencia exceden. Al despertar del sueño asi importuno, Ni vi monte, ni monta, dios, ni diosa, Ni de tanto poeta vide alguno.

Mas poco a poco, el tumulto fué creciendo... Ahora acababa de espiar por un postigo, y todo el populacho de Tien-Hó rondaba en torno de la hospedería... ¡La diosa Kaonine no se había satisfecho con la sangre del gallo negro!

Cuando está en el tabernáculo canta con mucha melodía mientras bailan las mujeres, siguiendo y repitiendo éstas el canto de la diosa, cuyo contenido es sus guerras y victorias. Síguese después la ceremonia del brindis y de las ofrendas, y luego vuela por los aires con grande aplauso y fiesta del pueblo.

Me quemaron vivo, porque... verá usted... había en aquella iglesia, digo, templo, una sacerdotisita que me gustaba... de lo más barbián, ¿se entera usted?... ¡y con unos ojos... así, y un golpe de caderas, Sr. D. Francisco...! En fin, que aquello se enredó, y la diosa Isis y el buey Apis lo llevaron muy á mal.

La hermosa ciudad del Occidente, ceñida, como la diosa de Chipre, de su blanco cinturón de espuma, lanzaba una fresca y alegre carcajada. ¡Oh, feliz el que la haya oído reir de este modo! ¡Más feliz aún el que pueda vivir y morir en su seno amoroso, bañándose en su aire tibio bajo un cielo trasparente, escuchando los besos incesantes de su mar azul que riza la brisa!