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Pero ¡cuán diversa es la agudeza, siempre poética, de Tirso, de las frías creaciones, que se califican así entre nosotros! Como discurren las abejas por un jardín de rosas, vuela él de flor en flor libando el néctar de la más pura poesía; lleva también aguijón como ellas, pero lleva también su miel.

Y no tengo casi nada que darte. ¡Oh! aquí hay judías; ¡a mi me gustan mucho las judías! ¡Y pan casero! ¡Es un banquete! Y ¿has venido sola, Reina? ¡Ah, caramba! es verdad: el ama de llaves ha quedado en el coche, a espaldas de la iglesia. Mandadla buscar, señor cura, y que de paso le digan que recoja mi sombrero que vuela por el jardín.

Ella, sin sorpresa, segura de que allí la estaba acompañando el constante amigo de su alma, le preguntó, con voz lagrimeante de niña miedosa: ¿Todavía vuela por aquí la nétigua?

Corro más y más, y cuando volví los ojos, el águila estaba lejos, muy lejos, suspendida del aire como una mancha negra, grande como un jilguero, luego como una mariposa, después como el más pequeño insecto, y en fin, se desvaneció entre lo azul de los cielos. ¡Corre, vuela, corcel mío, el de la blanca estrella! ¡Rocas, águilas, hacedme lugar!

¡Dos hombres más al timón! ¡Vapor, vapor! Hice una rápida reflexión: «Si esto vuela, participaré de ese agradable fenómeno, sea estando sobre cubierta, sea al lado de la máquina.

Al punto el Mapono se la echa á cuestas y vuela en alto, quedando la mujer llorando su desventura hasta que tiene noticia de su marido. Vuelve el Mapono, después de largo rato, con alegres nuevas, diciéndola que enjugue las lágrimas, deje de llorar y deponga el luto, porque su marido queda gozando de la vida beatífica de los dioses y la espera para que la haga compañía eternamente en el cielo.

Yo.... ya ves; y en cuanto a Mariano, deja que salga de esa maldita cárcel, que se afine, que se pulimente, que se instruya... ¡Dios me valga! ¡Las tres! »¿Pero las horas se han vuelto minutos? La noche vuela, y yo no duermo.

Hay vida y poesía en esas horas en que el calor abrasa; pera la vírgen tiene en el espacio inmóvil la mirada. Hija gentil de una región de fuego, acaso vuela su alma por el país de rosas del idilio cuyo perfume embriaga. Tal vez sueña en las dulces sampaguitas cogidas de las ramas, para ser el collar lleno de aromas en la linda garganta.

Al comenzar la carrera da resoplidos y jumea como un horno encendido; pero luego es el gusto. No es mas que abrir y cerrar un ojo, y héteme Usté al fin del viaje. Eso es como cosa de encantamiento. Pues ni mas ni ménos. Barato y ligero, como quien vuela. Diantre! que no tengamos otro igual por estos cerros de Dios!

Toda su ambición se reducía a divertirse y agradar sin exceso, como el ave que vuela sin saberlo y canta sin esfuerzo. Aquella noche, había vuelto de paseo, cansada y algo indispuesta: se había quitado el vestido y puéstose una sencilla blusa de muselina blanca. Sus brazos blancos y redondos asomaban por los encajes de sus mangas perdidas: se había olvidado de quitarse un brazalete y las sortijas.