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Me pides sampaguitas... No te envío, porque, al ir a cortarlas de la rama, sentí temblar mis manos y mi pecho prensado por la lástima. No quiero que padezcan esas flores, como padece, lejos de , mi alma, no quiero que al contacto de mis manos perezcan marchitadas. ¡Qué caigan ellas solas!

Y el acuerdo de todas las flores vengativas, Desde las sampaguitas hasta las siemprevivas, Quedó temblando a modo de una hoz sobre el viento. Y aquí viene lo triste, señor, de todo esto; Porque una tarde Flora cortó y cortó más flores, Y luego de apiñarlas en su tagalo cesto, Se fué a su lecho para contarlas sus amores.

Que una mestiza de corto y airoso tapis, pintarrajeada saya y sombreada camisa de piña, entrelace su hermoso pelo con sampaguitas en el característico pusod, que lleve á sus ojos esa dulce languidez llamada matang-mapungay, propia solo de las hijas del Oriente, que formule un deseo á su ñol y el yo cuidado en este caso es la realización completa del mas exigente capricho.

Asidas de la mano, suelto el cabello, cruzan nuestras praderas siempre inmarchitas, ostentando en su grácil, flexible cuello, perfumados collares de sampaguitas. Y en la paz de los bosques, en donde vuela el céfiro de mayo vertiendo olores, con los ritmos dolientes de una vihuela mezclan la voz sin mancha de sus amores.

Hospitalidad. Recuerdos. Días tristes. Estadística. Comparación de razas. El patadeon. La línea curva. Mercado de Daraga. Vendedoras de sampaguitas. Tertulias al aire libre. La casa de Aramburo. La provincia de Albay se divide en cuatro distritos ó partidos llamados Iraya, Tabaco, Sorsogon y Catanduanes: el primero lo componen los pueblos de Cagsaua ó Daraga, pues con ambos nombres se le conoce.

que saluden los ocres de la tarde, que explendan con las púrpuras del alba, que beban del rocío de las noches y halaguen las miradas. Las pobres sampaguitas se resienten cuando alguien de su tallo las separa; al hallarse en el pecho o en las trenzas, sufren; se tornan pálidas.

Hay vida y poesía en esas horas en que el calor abrasa; pera la vírgen tiene en el espacio inmóvil la mirada. Hija gentil de una región de fuego, acaso vuela su alma por el país de rosas del idilio cuyo perfume embriaga. Tal vez sueña en las dulces sampaguitas cogidas de las ramas, para ser el collar lleno de aromas en la linda garganta.

El que lea tus versos pensaría eres bardo sutil, semidivino. Virgilio del Parnaso filipino, y filtro del dolor tu poesía. Yo te auguro corona de laureles con tu "Electa", panal de ricas mieles, ánfora evocadora de tus cuitas. Y aspiro, como premio a tus dolores, ofrenden a tu musa bellas flores de cadenas de amor y sampaguitas. Octubre, 1915. Abogado y poeta contemporáneo.

Alma de luz, de sol y de armonía, que en medio de este siglo de odio fiero, descuellas indicando un derrotero a la soberbia humanidad del día; bardo de paz y de combate rudo, que la bandera azul tan alto agitas, ¡divino soñador, yo te saludo! Mi musa a ti, con temblorosa mano, te ofrenda un haz de frescas sampaguitas ¡oh embajador del intelecto hispano!

En los nocturnos mercados de la plaza de Daraga, se ven no pocos irreprochables patadeones festoneados de hilo de seda, llevados con toda la desenvoltura que consiente la escasez de la tela, por graciosas vendedoras de olorosas sampaguitas, delicadísima flor que crece en gran abundancia en aquellos campos.