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Parecía uno de ellos hombre de veinticinco años de edad, de barba y ojos negros, airoso talle, anchas espaldas, robustos hombros y rostro hermosísimo. En todo él había además algo de noble, raro y peregrino, como procedente de tierras extrañas, y en el gesto y en los ademanes un no qué de soberbio e imperativo que infundía involuntariamente respeto. Era el otro jinete mozo barbilampiño.

Si dijese: «Por tan solo vivo! «Esbelta ninfa, la del talle airosoTal vez volviendo tu semblante hermoso Me contestáras con acento esquivo. Si dijese: «Feliz el que adores, «Graciosa niña, de amorosa bocaAbriendo el labio que al amor provoca Me llenarias de ásperos rigores.

San Vicente de Paul, con su elegante y airoso pórtico de columnas, sus dos torres, y su cuerpo principal tan gallardo, llama tambien la atencion del que busca el arte y el gusto monumental: el interior es severo y religioso. La Santa Capilla, tocando con el Palacio de Justicia, es un prodigio de arte: de formas airosas y orientales, de pureza de líneas, de severidad arquitectural.

¡Una verdadera infamia! le respondió Lépero guiñándole el ojo . Un supuesto contrabando, por el cual han formado causa a este pobre hombre, y le están arruinando miserablemente. ¡Eso digo yo! suspiró don Zambombo, bamboleando de un hombro a otro su monstruosa cabeza. Pues, amigo mío dijo don Celso , jamás hallará usted mejor ocasión que ésta para salir airoso en su empeño.

Los dos fijaron la vista con ansiosa curiosidad en un grupo que por la calle iba, compuesto de tres personas, á saber: una vieja por extremo tiesa y con un aire presuntuoso que indicaba su adoración de todas las cosas tradicionales y venerandas; una joven, de cuya hermosura no podían tenerse bastantes datos desde el balcón, si bien no era difícil apreciar la esbeltez de su cuerpo, su andar airoso y su traje, en que la elegancia y la modestia habían conseguido hermanarse; y por ultimo, un mozalbete, cuyo semblante no era fácil distinguir, pues sólo se veía algo de patillas, su poco de lentes y unas miajas de nariz.

Todavía se volvió una vez más para saludarnos con la mano, y se ocultó a nuestra vista, indomable y airoso como siempre, tan valiente como perverso. Y yo arrojé al suelo mi espada y supliqué a Tarlein que lo persiguiese. Pero lejos de eso detuvo su caballo, desmontó y corriendo hacia me abrazó estrechamente.

¿Y por qué, si tiene tanta confianza en que han de sacarlo airoso, no ha hecho uso de sus argumentos? Ya quisiera conocer uno para refutárselo. Si el señor Visitador me ofrece no airarse y guardarme el secreto, diréle en puridad cuáles son mis argumentos. Hable usted clara y como Cristo nos enseña.

Ariadna, que no poseía plano del Laberinto, no se empeñó en manifestar a Teseo sus reconditeces y revueltas, con lo cual le hubiera calentado el cerebro sin la menor ventaja, sino que le dio el hilo para que se guiase por él y saliese airoso de aquella aventura, diciéndole probablemente: Dios te la depare buena.

Así ataviado y con su faja de seda encarnada á la cintura y camisa fina con botones de plata, más parecía un chalán segoviano que un rústico de las montañas de Asturias. Y en verdad que no desmerecía su gallarda figura con el nuevo atavío; antes bien resaltaba. Iba tan suelto y airoso como si toda la vida lo llevase puesto.

Por lo demás, en cuanto tenía que hacer con lo práctico de su vida y de su conducta, el Conde de Alhedín tenía una filosofía propia, una doctrina determinada, una colección de principios que le servían de pauta y de norma para su conducta. Réstame decir que este héroe, que pongo en campaña, era de mediana estatura, airoso, fuerte y ágil.