United States or Mauritius ? Vote for the TOP Country of the Week !


Diciendo esto presentó la buena mujer un tablero en el que sobre fondo rojizo y nada limpio se contoneaba una especie de gallina moribunda pintarrajeada de verde, con un ojo saltón y amarillento colocado más cerca del pescuezo que del pico; era éste encorvado y enorme, y de él pendía un cartelón pintado de blanco con esta inscripción en letras negras: ¡Al Pagaro Berde!

Bindoy, solo, según programa, marcha por medio de la calzada que dirige al convento á la cabeza de la música; detrás de esta, y en la misma forma que su futuro, camina muy despacio la novia, llevando sobre su cuerpo la saya más pintarrajeada que ha encontrado y cuantos objetos relucientes ha podido proporcionarse.

Señaló discretamente á una señora entrada un años, pintarrajeada y modestamente vestida, á la que acosaban con manoteos y gestos de súplica otras dos, jóvenes y elegantes. Se adivinaba que habían entrado allí únicamente para tratar un asunto, lejos de la curiosidad de las salas de juego. Solicitan un préstamo, y ella se resiste continuó Castro . Tal vez es el segundo ó tercero de la tarde.

Pues Periquet, que no tiene escaparate, en su empeño de competir en todo con el bazar, ha colocado encima del letrero de su tenducho embarullado, pero bien provisto, una cotorra, también de cartón y también muy pintarrajeada, sosteniéndose sobre la palabra DE, o mejor dicho, con cada letra de estas dos en la correspondiente pata.

Que una mestiza de corto y airoso tapis, pintarrajeada saya y sombreada camisa de piña, entrelace su hermoso pelo con sampaguitas en el característico pusod, que lleve á sus ojos esa dulce languidez llamada matang-mapungay, propia solo de las hijas del Oriente, que formule un deseo á su ñol y el yo cuidado en este caso es la realización completa del mas exigente capricho.

Eran la Marsella antigua, en la que aún subsisten algunos palacios ruinosos de los mercaderes y armadores de otros siglos. En estas vías estrechas, pendientes é inmundas, vivía la prostitución pintarrajeada y triste de toda ciudad marítima.

Era teniente cuando en la Piedad, allá por 18..., un asturiano llamado José Cañete y Puertas, hombre ahorrativo y económico, amigo de las monedas como un judío, y más deseoso de hacer fortuna que de llegar a conquistar fama de santo y verse un día adorado en pintarrajeada efigie por creyentes masculinos y femeninos.