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¡Mordiscos también!, ¿eh? exclamó, fustigando al odioso Muslim . ¡Ojalá le hubiese rajado! En aquel momento divisamos los toros. Se apresuró a prometerme todo lo que le pedía. Quedé con la sospecha, casi la certeza, de que no supo, al cabo, lo que era, y, lo que es más doloroso, no le importaba. Allá, en medio de un extenso campo de un verde amarillento, había un grupo de reses.

Por las mañanas, la tertulia era en casa del zapatero que enseñaba los gigantones, un hombrecillo amarillento y enfermo, con eternos dolores de cabeza que le obligaban a llevar varios pañuelos arrollados a guisa de turbante. Era el más pobre de las Claverías.

Y la impresión es más fuerte todavía cuando se encuentran en estado de formación primitiva las cintas color blanco amarillento que muellemente bosqueja el mar y constituyen las ovas, las laminarias que, trocando su color en pardusco, alcanzarán la solidez de las pieles.

Compónese la ciudad de tres grandes calles paralelas, en su parte principal, y solo es notable en cuanto á su estructura por las formas extrañas y el color amarillento de las casas, y un antiguo castillo feudal flanqueado en sus cuatro esquinas por torreones de severo aspecto.

Era altísimo, flaco, desgarbado, amarillento, siendo de notar en su rostro la viveza de los ojos así como la regular longitud de las abanicadas orejas. ¡Singular hombre!

Acudió, pues, Villamelón presuroso, como siempre, a la menor indicación de Currita, envuelto en su fresca bata escocesa, que apenas le pasaba de la cintura; venía con él uno de esos magníficos perrazos de Kamschatka, de un blanco amarillento, que arrastran en su país pesados trineos, y había sido el paje continuo de Currita en una larga temporada en que le pareció muy espiritual hacer grandes excursiones a caballo.

El aterciopelado verde de la campiña se había cambiado en otro más pálido y amarillento; segada y recogida la yerba de los prados y despuntados los maíces, las mieses habían perdido toda su lozana frondosidad; y su aspecto, aunque bastante más risueño que la primavera de Castilla, infundía cierta tristeza en el ánimo que la había contemplado dos meses antes.

Ahora lo tenía delante, trasparente y algo amarillento, vertiéndose con infinito cuidado en el seno de la artística granada. Simoun se le aparecía como el genio de las Mil y una noches que sale del seno del mar: adquiría proporciones gigantescas, tocaba el cielo con la cabeza, hacía estallar la casa y sacudía toda la ciudad con un movimiento de sus espaldas.

Era la chica una apuesta jóven de 22 á 24 años, sencilla, candorosa y muy servicial, de mediana talla, pelo de un rubio casi amarillento, cara ovalada, fina y sonrosada, ojos de un bello azul oscuro, grandes y tímidos, nariz delicada y preciosa boca.

Ibn Bashír, teólogo profundo, despreciador filósofo de las mundanas pompas, justo y recto juzgador de las humanas intenciones, ¡cuánto vale el prestigio de tu ciencia y de tus virtudes para la tranquilidad de ese mismo pueblo orgulloso que te moteja escandalizado porque el primer Viernes despues de tu nombramiento entras en la aljama con el cabello suelto y tendido, un amarillento ridá sobre tus hombros, y abarcas en los piés!