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Actualizado: 29 de mayo de 2025


El zapatero le parecía más amarillento y triste en el rancio ambiente de su tugurio, encorvado ante la mesilla, martilleando la suela; su mujer más débil y enfermiza, mísera esclava de la maternidad, debilitada por el hambre y ofreciendo como única esperanza al hijo pequeño aquellas ubres flácidas, de las que sólo podía surgir sangre. El pequeñín se le moría.

Su adversario no podía batirse con el kepis puesto; su color amarillento y la cifra de la Legión bordada más arriba de la visera le daban una visualidad inadmisible. Su uniforme era también una preocupación para Toledo, que se esforzó por suprimir en él todos los detalles vistosos.

Los alrededores bien cultivados, presentaban de lejos el aspecto de un tablero de damas, en cuyos cuadros variaba de mil modos el color verde; aquí, el amarillento de la vid aún cubierta de follaje; allí, el verde ceniciento de un olivar, o el verde esmeralda del trigo, que habían hecho brotar las lluvias de otoño; o el verde sombrío de las higueras; y todo esto dividido por el verde azulado de las pitas de los vallados.

El ingeniero vió elevarse sobre la proa un gran abanico de humo negro y amarillento atravesado por muchos objetos obscuros que se esparcían en semicírculo. Esta cortina densa tomó un color de sangre al cubrir el horizonte enrojecido por la puesta del sol.

Cuando acaricio su cabellera sedosa, tropiezo con un cráneo pulido, duro, amarillento, como los que asoman á flor de tierra en los cementerios abandonados. Un beso en la boca, un mordisco en la barbilla, me hacen ver el maxilar óseo con sus dientes, casi igual al de los antropoides que están en los museos.

El puente tenía tres arcos. En el primero, tendido boca abajo sobre la húmeda arena, se hallaba un hombre pobremente vestido. A su lado se veía un zurrón de sucio y remendado lienzo y un garrote. A unos quince pasos de distancia, en la orilla del barranco, se alzaban unos espesos y grandes carrizales cuyas hojas, abrasadas por el ardiente sol del verano, tenían un color rojo amarillento.

«Para dolores de cabeza la Yerbabuena se mezcla con un poquito de sal, y se calienta en el fuego y después se aplica á la frente se mitiga el dolor. «Cuando alguno tiene el cutis amarillento por consecuencia de no haberse salido al sol, se aplica al cuerpo hojas de la yerba Batolong y se sanara.

Si entre los fantásticos vapores de la bruma, y a la caída de la tarde, dirigimos la mirada sobre este castillo, lo vemos desaparecer entre las sombras. Entonces únicamente queda una montaña negruzca y un barranco amarillento. Una ruina sobre el monte o una vela sobre el mar, forman y completan un paisaje.

La muchacha era la que llamaba más la atención, con su falda verde de menudos pliegues, bajo la cual se adivinaba la presencia de otras faldas, hinchado globo de varias envolturas que parecía empequeñecer aún más los pies finos y graciosos encerrados en blancas alpargatas. El pecho ocultaba sus contornos salientes bajo un mantoncillo amarillento con flores rojas.

Privada de poder hablar con Febrer, que ignoraba el inglés, lo saludaba con el brillo amarillento de sus dientes y volvía a su trabajo, siendo una figura decorativa de los halls de los hoteles. Los dos amantes hablaban de casarse. Mary resolvía la situación con enérgica rapidez. A su padre sólo necesitaba escribirle dos líneas. Estaba muy lejos, y además nunca le había consultado en ningún asunto.

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