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Mantendrá numerosos espías que le enteren del estado de la opinion pública: estallará mañana una insurreccion en el suburbio occidental, y al dia siguiente al rayar el alba aparecerán colgados en las alamedas del Guadalquivir trescientos cadáveres desfigurados!... Al-haken enriquece la aljama de Córdoba con una joya de mucho mayor prez que el oro y el mosáico: confiere el cargo de su Justicia mayor ó Cadí de los Cadíes al sabio y virtuoso Mohammad Ibn Bashír, y con este solo acto ha hecho lo suficiente para que su nombre resuene siempre venerado en las aulas del templo.

Un rey que tiene magistrados como Ibn Bashír no importa que no tenga en el Guadalquivir, como el hijo de Harun en el Tigris, cinco naves cubiertas de plata y oro, una en forma de dragon, otra en forma de caballo, otra en forma de leon, otra en forma de águila y otra en forma de elefante.

Va Musa segun se le ordena á casa de Ibn Bashír, y manda al propio tiempo Al-hakem á uno de los eslavos de su guardia que sin ser visto espíe á Musa, y le cuenta de lo que ocurra entre su caballerizo y el Cadí.

Cuando uno de sus leales amigos, receloso de los peligros á que le espone su escesiva rectitud, le escriba: «Si sigues como hasta aquí, mucho me temo que te cueste tu destinole contestará impávido: «¡Dios haga que cuanto antes me vea con mi mulita Ashshakrá en el camino de Beja!» y si ocurre alguna vez que un ciudadano cualquiera tenga que sostener un pleito contra el Amir, como le sucedió á un oscuro molinero, á quien quisieron arrebatar su propiedad para incorporarla al palacio los oficiosos cortesanos, ciertamente no se retirará del tribunal del Cadí desconsolado si la razon está de su parte. ¿Por ventura no se lisonjeaba ayer uno de los hijos de Adde-r-rahman I de que ganaria cierto ruidoso pleito por tener en favor de su accion el testimonio de su sobrino Al-hakem cuando príncipe heredero, y el íntegro Bashír sentencia contra él por no haber comparecido en su tribunal el Amir en persona á ratificarse en el testimonio dado antes de subir al trono?

Un dia, despues de orar y predicar al pueblo, siéntase Ibn Bashír en el tribunal anejo al templo, y llégase á él un forastero, que al verle tan singularmente vestido, despeinado y con la cara mal enjugada : enséñame, le dice, dónde está el Cadí. Héle aquí, le responde señalando á Bashír uno de los que se hallan allí presentes.

De allí á poco vuelve el eslavo y refiere al Amir, cómo al llegar Musa á la habitacion del Cadí le habia recibido un portero, el cual, despues de avisar á su amo, salió con este recado: «me manda el Cadí que te diga, que si algun asunto legal se te ocurre, mejor harás en dirigirte al tribunal en las horas en que administra justiciaAl oir esto Al-hakem, se sonríe y esclama: bien sabia yo que Ibn Bashír era un juez recto sin parcialidad para ninguno.

Ibn Bashír, teólogo profundo, despreciador filósofo de las mundanas pompas, justo y recto juzgador de las humanas intenciones, ¡cuánto vale el prestigio de tu ciencia y de tus virtudes para la tranquilidad de ese mismo pueblo orgulloso que te moteja escandalizado porque el primer Viernes despues de tu nombramiento entras en la aljama con el cabello suelto y tendido, un amarillento ridá sobre tus hombros, y abarcas en los piés!