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Coloca a ese desdichado en una buena fonda... no, ¡qué disparate! en el Hospital... No tienes más que dirigirte a D. Romualdo... Dile de mi parte que yo le recomiendo... que lo mire como cosa mía... ¡ay, no lo que digo!... como cosa tuya, y tan tuya... En fin, hija, verás... Puede que os alberguen en la casa del Sr. de Cedrón, que debe ser muy grande... me has dicho que es un casetón enorme que parece un convento... Yo, bien lo sabes, como criatura imperfecta, no tengo la virtud en el grado heroico que se necesita para alternar con la pobretería sucia y apestosa... No, hija, no: es cuestión de estómago y de nervios... De asco me moriría, bien lo sabes. ¡Pues digo, con la miseria que traerás sobre ti!... Yo te quiero, Nina; pero ya conoces mi estómago... Veo una mota en la comida, y ya me revuelvo toda, y estoy mala tres días... Llévate tu ropa, si quieres mudarte... Juliana te dará lo que necesites... ¿Oyes lo que te digo? ¿Por qué callas?

De allí á poco vuelve el eslavo y refiere al Amir, cómo al llegar Musa á la habitacion del Cadí le habia recibido un portero, el cual, despues de avisar á su amo, salió con este recado: «me manda el Cadí que te diga, que si algun asunto legal se te ocurre, mejor harás en dirigirte al tribunal en las horas en que administra justiciaAl oir esto Al-hakem, se sonríe y esclama: bien sabia yo que Ibn Bashír era un juez recto sin parcialidad para ninguno.

He tratado de convencerle de que la vergüenza consiste en cometer el pecado y no en confesarlo. ¿Qué decides, hermano Dimmesdale? ¿Quieres dirigirte al alma de esta pobre pecadora, ó debo hacerlo yo?

Nadie protestó; el mismo Valle, que era a quien correspondía poner correctivo a aquellas palabras, se las tragó; el alférez pudo seguir gritando cuanto quiso. ¿Sabes le dijo Miguel cuando estuvieron solos en el cuarto que no es precisamente la dulzura lo que te caracteriza cuando tienes que dirigirte a tu hermana? Enrique encogió los hombros en señal de desprecio.

El doctor, como si despertase de un sueño, alzó la cabeza al oír esta queja del joven y repuso: No pienses en escribirme, Amaury, pues te prevengo que no habré de admitir ninguna carta. ¡Ya lo están viendo ustedes! exclamó Leoville. Nadie te priva de escribir a Antoñita, ni nadie le prohíbe contestarte. Puedes, pues, dirigirte a ella.

No te entiendo, no quiero. ¡Venimos a hacerte un favor, y nos sales con un sermón! ¡Queremos verte rico como nosotros, y nos contestas hablando de los demás, de la gente que no conoces, de esa humanidad que no te dio ni un mendrugo cuando vagabas como un perro...! Tendré que dirigirte como en nuestra juventud, cuando hacíamos la guerra.

En él encontrarás el nombre del Banco al que debes dirigirte. Quiero que seas el más rico de tu pueblo; que tus hijos se acuerden del capitán Ferragut cuando yo haya muerto. El piloto hizo un gesto de protesta ante esta muerte posible, y al mismo tiempo se restregó los ojos como si sintiera en ellos un cosquilleo intolerable. Ulises continuó sus instrucciones.

¡Muchas gracias! repuse yo. Espérate. Aquí tienes que quedarte durante un año; no conoces a nadie y es conveniente que, en caso de necesidad, puedas dirigirte a alguien; pero te voy a contar la historia de Hortensia para que sepas a qué atenerte. ¡Demonio! Tiene historia. verás. Hortensia es vizcaína, de un pueblo próximo a Bilbao. Su padre era un contramaestre a quien llamaban el Griego.

En el momento en que iba a subir al carruaje se encontró por casualidad solo conmigo algunos segundos. Me tomó la mano y murmuró: ¿No revelarás una sola palabra? ¿Puedo contar con ello? Hice un signo de afirmación enérgica. ¿Y me escribirás pronto? Seguramente. ¿Adónde debo dirigirte la respuesta? Me quedé azorada: no había pensado en ello.

«Después me levanté y quise acercarme a Magdalena; pero su padre me salió al paso y me dijo: » Ahora duerme; no vayas a despertarla. »Y llevándome a la antesala, agregó: » Ya ves, Amaury, que es indispensable tu partida. Si eso hubiese sucedido en mi ausencia, si yo no llego a estar aquí para dirigirte, ¡sabe Dios lo que sería de Magdalena a estas horas! Sólo el pensarlo me aterra.