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Enrique había conseguido sosegar a su hermano; no de la misma suerte a Eulalia, quien, después de alzar muchas veces la cabeza y tragárselo a miradas, se resolvió a levantarse de la butaca y acercarse disimuladamente a él y a su primito; con gran disimulo también puso la nariz sobre la cabeza de ambos, y cerciorándose de que despedían un tufo aromático muy marcado, salió repentina y apresuradamente de la estancia.

Este fue el presente que hizo el padre Enrique a don Jaime para que adornase su despacho. El P. Enrique se había venido a vivir en casa de su tío la víspera de la boda, dejando libre la casa de doña Luz, donde ésta se fue a vivir con su marido en cuanto se casó. La luna de miel empezó entonces para doña Luz, no menos dulce y más por lo sublime que la de su amiga doña Manolita.

Maimónides, Ibn Gebirol, los Ben Ezrra, Jehuda-Leví de Toledo y otros muchos filósofos, doctores y poetas nos pertenecen, como por ejemplo, Mendelshon ó Enrique Heine pertenecen á Alemania.

Las demás particularidades sabré. A su Mag.^d se lo ha ydo a referir Enrique Dauerso, Caballero inglés, q. su Mag.^d conoce. Por esto no voy yo. Pero he querido auisárselo a V. Ex.^a A. Pz. Bibl. Nac. de París., Esp., 3.652, fol. 134. Colección Morel Fatio, núm.

El Conde protesta vanamente no haber tenido jamás con la Infanta relaciones de tal especie; el Rey no hace caso de ellas, y repite sus órdenes. Enrique cae en tierra como herido por el rayo: por una parte, el deber más sagrado de un vasallo es la obediencia á su señor; por otra, el asesinato de una esposa amada es un hecho superior á las fuerzas humanas.

Al cabo dijo en tono indiferente: ¿No sabe usted?... Enrique ha conseguido cambiar el aderezo, y ayer ha llegado el otro sin novedad. Vaya, gracias a Dios repuso doña Gertrudis, abriendo los ojos . Bien creí que no se lo cambiarían. ¿Por qué no? ¡Toma!, porque vendiendo el otro se habían deshecho de una antigualla de la cual no cómo saldrán ahora.

He venido a tu lado por breves instantes, como un espectro, y dentro de un momento vendré de nuevo, entonces a unirme contigo para toda la vida. ELSA. ¡Un momento más! ENRIQUE. Me llaman. Parecen muy inquietos. Acudo. ¡Adiós, amor mío! ELSA. ¡No, hasta la vista! Enrique, amado mío, te espero. ¡Dime algo más... una sola palabra! ¡Enrique! Quizá no haya sido sino fruto de mi imaginación. Es posible.

El otro hijo fué don Gonzalo, obispo de Palencia, prelado de muchas letras i erudicion. El tercero fué Alvar García de Santa María que refieren haber escrito la crónica deste rei don Enrique, la cual basta agora yo no la he visto, i parte de la crónica de su hijo el rei don Juan el segundo.

Enrique intenta protestar contra esta disposición testamentaria; pero Roberto le impone silencio, mostrando el papel firmado por el joven Soberano, y en que él ha escrito que Roberto cumplirá las órdenes del muerto.

A mi lado ya sabes que no puedes ponerte, porque todas las barreras están abonadas; pero estamos cerca. ¡Ay, llévame, Miguel! exclamó Julita saltándole al cuello. Llévame a los toros. ¿Tienes deseo? ¡Muy grande! Los toros me encantan. ¡Eso, eso! gritó Enrique entusiasmado. eres española de pura raza. ¡Pisa ese sombrero, chiquita! Y lo arrojó al suelo.