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Sucedía, no obstante, que este temperamento o abundaba en demasía o se falsificaba, como todas las cosas buenas, pues es lo cierto que unas tras otras, con más o menos disimulo, todas las niñas del camino despreciado se iban pasando al camino despreciador, quedando aquél al cabo de algún tiempo totalmente desierto.

Ibn Bashír, teólogo profundo, despreciador filósofo de las mundanas pompas, justo y recto juzgador de las humanas intenciones, ¡cuánto vale el prestigio de tu ciencia y de tus virtudes para la tranquilidad de ese mismo pueblo orgulloso que te moteja escandalizado porque el primer Viernes despues de tu nombramiento entras en la aljama con el cabello suelto y tendido, un amarillento ridá sobre tus hombros, y abarcas en los piés!

Despreciador de los bienes mundanos, su sombrero, que le servía de blanco o de pelota, se distinguía de los demás sombreros como él de los demás jóvenes.

Alarcón, según parece, hubo de ser un hombre atrevido y orgulloso, despreciador de todo lo villano y sintiendo ardiente amor por todo lo bueno; la nobleza de un alma grande y la sublimidad de los pensamientos se ven impresas en todas sus poesías; pinta con predilección cuanto realza y sublima al hombre, la energía varonil y el ánimo incontrastable de la inocencia perseguida, la abnegación infinita del amor, la fidelidad inmutable de la amistad, y lo que preferían á todo los verdaderos españoles de aquel tiempo, la lealtad caballeresca y la satisfacción de aquél, á cuyo honor no deslustra mancha alguna.

Pues qué hay que extrañar que el Demonio que pudo moverles a estos tres míseros a tan execrables atrocidades queriendo ellos les moviera a un exterior furibundo, protervo, desesperado, que se mostrase despreciador de las llamas.

Fué Clérico contencioso, satisfecho, despreciador de los hombres mas grandes, sin reparar en atribuirles lo que no dixeron, ó torcerlo á sus designios, como lo hizo con San Agustin y San Gerónimo, y se echa de ver en las contiendas que tuvo con GUILLERMO CAVE, PEDRO BAYLE, y otros Filósofos de su tiempo.

Pero estaba allí el comendador Príamo, demonio de la guerra, insensible al agua y al fuego, duro, malicioso y despreciador de la fatiga, que contuvo el empuje enemigo con un puñado de sus caballeros. Españoles y alemanes se rehicieron, y los turcos se replegaron, perseguidos por los sitiadores, hasta las mismas murallas de Argel.

Ferragut quedó silencioso. También él había palidecido, pero de sorpresa y de cólera. ¡Luego eran ciertos los anuncios de Freya!... No quiso fingir incredulidad ni mostrarse temerario y despreciador del peligro cuando Tòni siguió hablando. ¡Ojo, Ulises!... Yo he reflexionado mucho sobre este suceso.

Un hálito de heroísmo despreciador de los obstáculos hacía vibrar los cerebros. La vieja Europa, meticulosa, cobarde y retardataria, quedaba atrás; las hélices la enviaban los espumarajos de las aguas rotas como un salivazo de despectivo adiós.