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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Se le echaban en cara los delitos más execrables, y se hacía burla de él y de sus hábitos groseros. «Tiita, ¿no sabes? decía Ramona riendo . Se come las cáscaras de naranja...». ¡Cochino! Otra voz infantil atestiguó con la mayor solemnidad que había visto más. Aquella mañana, Juanín estaba en la cocina royendo cáscaras de patata. Esto sí que era marranada.
En la relacion del auto de fe celebrado en Méjico el año de 1549, se lee lo siguiente al tratarse de la ejecucion de varios reos judaizantes: «Fueron relajados para el brasero en persona trece, con quienes se usó la piedad de darles garrote antes de ser quemados: menos en Tomás Trebiño de Sobremonte por su insolente rebeldía y diabólica furia, con que aun habiéndole dado á sentir en las barbas, antes de ponerle en el cadalso, el fuego que le esperaba, prorrumpió en execrables blasfemias, y atraia con los pies á sí los leños de la hoguera, en la cual tambien ardieron cuarenta y siete osamentas con sus estatuas, y de los fugitivos diez.»
Quiero decir continué hablando con tanta vehemencia como rapidez que te has forjado respetos de familia, consideraciones e ideas que son hijas de un error. Te han engañado, están abusando de tu bondad, de tu dulzura para fines execrables, y no pudiendo amoldar tu hermosa condición a la suya, te corrompen por grados, falsificándote, querida mía, con la escuela del disimulo.
Por la noche, cuando el barrio quedó tranquilo y se supo la verdad de lo ocurrido, viendo el hecho en todo su horror, el héroe no daba paz a la lengua para maldecir a aquel indolente Gobierno, que tales crímenes había permitido, si no por expreso consentimiento, por pereza y descuido casi tan execrables como el consentimiento mismo.
Las olas me hacían el efecto de un espantoso mob, de un horrible populacho; no hombres, sino perros ladrando, de miles y miles de dogos rabiosos, ó más bien, dementes... ¿Qué estoy diciendo? ¿Perros? ¿Dogos? no era esto, no; sino execrables é innominadas apariciones, bestias sin ojos ni orejas, sin otro órgano que sus espumantes bocazas.
No sé si usted sabrá que la Constitución Universi Domini de 1622, dada por la santidad de Gregorio XV le llama a usted y a otro como usted execrables traidores, y la pena que señala al crimen de solicitar ad turpia a las penitentes, es severísima; y manda además que sea usted degradado y entregado al brazo secular.
El año 1435, reinando Don Alfonso el Magnánimo y gobernando como Lugarteniente de Gobernador de este Reino suyo, Juan Dez Far y siendo Obispo de esta Ciudad Don Gil Sancho Muñoz, habiendo permitido Dios una de las más execrables atrocidades que pudo inventar la perfidia, quiso dar evidentes muestras de lo que puede y sabe perdonar una paciencia, sin límites infinita.
En el cerebro de Mariano se repercutían, como vibraciones de una campana, aquellos execrables conceptos, que son fiel copia de los textos auténticos del célebre Gaitica. Conocido de todo Madrid, este tipo ha venido a nuestra narración por la propia fuerza de la realidad.
La Revolución, que había hecho jurar a los sacerdotes una Constitución sacrílega, y que ciñó la corona de San Fernando a un hijo del carcelero del Papa, parecía lanzada a nuevos y execrables excesos; los gobiernos que se sucedían en Madrid estaban compuestos de enemigos de la Iglesia; de algunos de los ministros se dijo que eran protestantes, y se añadía que en la corte se fraguaba una conspiración para suprimir el sueldo a los párrocos y arrojar de sus conventos a las pobres monjitas que escaparon a la persecución del año 68.
Tales son los execrables raciocinios que han de acudir en ocasiones a la mente de Rafaela, y que, corroborados por la compasión y la ternura, pueden haber dado al traste con todos sus propósitos de honestidad, en tal cual deplorable momento.
Palabra del Dia
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