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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Melchor se había quedado contemplándola, como distraído y tardó un poco en decirle: He venido, Ramona, gracias, no voy a tomar mate, para hablar con usted y me alegro de encontrarla sola. Con un sencillo movimiento de cabeza Ramona echó hacia adelante su larga, gruesa y renegrida trenza cuya extremidad ató con una hilacha que arrancó del ruedo de su vestido.
En el colegio, y aún después, Ramona, educada católicamente, hubo de tener confesores, hubo de tratar con sacerdotes. ¿Cómo no halló uno menos indiferente y frío de entrañas, menos despegado y duro para ella que el padre Zubulzu?
La capitana Ramona quiere al castila como á los misterios y encantos de que están impregnados sus bosques. Sea de esto lo que quiera, es lo cierto que la capitana ya es vieja y vive solo de recuerdos. Muchos conserva gratos, mas uno, según me contó muy bajito el Padre, viene de cuando en cuando á nublar todo el hermoso panorama de su juventud.
¡Cómo?... Vas a molestarte... ¡y con este calor! Por toda respuesta Melchor montó a caballo y cerrándole violentamente las espuelas se dirigió por el jardín, entre la estupefacción de todos, hasta el corredor de la casa al que subió con su caballo y aproximándolo a la ventana llamó a Ramona, de quién los viajeros no se habían despedido.
Entonces nos ensayaremos... ¿qué te parece, Ricardo? ¡Convenido!... ¡a caballo! ¿Y eso?... ¿No decía, don Melchor, que iba a ir hoy para hablar a doña Ramona?... Iremos mañana, Baldomero, u otro día... Cuando estén más acostumbrados al caballo, ¿no le parece?... Como usted mande... ¿y no sería bueno consultarle primero al patrón?
Pero Martín no es hombre para pararse. El que tiene aspecto de bravo es Anastasio, ¿no? dijo Ricardo. ¿Ese?... ése es bravo con doña Ramona... ¿Es posible? preguntó Lorenzo. ¡Le da una vida!... bueno que él se ha juntado por la necesidad no más. Y ella parece una mujer excelente. Así es; sí, señor, ¡buenaza!... y no digamos que sea mala cosa... porque aunque le ande cerca a los cuarenta...
Aquella fiesta dejó en el espíritu de Lorenzo, de Ricardo y aun de Rufino, una penosa impresión que se trasmitieron mutuamente mientras Melchor, que la había engendrado, tomaba el baño que todas las tardes le preparaba Ramona. Yo no me debo meter, niño; pero, en mi sentir, don Melchor va mal decía Rufino, y diga que don Baldomero no le pierde pisada...
La banquera llegaba pálida y abatida, y tenía, en efecto, ensangrentado el lóbulo de la oreja izquierda. Al verse cogida la duquesa, salió al encuentro de la López Moreno, exclamando muy cariñosa: ¡Pero, Ramona!... ¿Cómo no me ha avisado usted?
Sus palabras son órdenes que jamás comenta, de aquí el sucedido de dar á un sastre un pantalón de modelo con un remiendo y hacer siete que se le habían encargado con siete remiendos iguales. A la capitana Ramona se la pidió chocolate con leche y en el fanatismo de la obediencia creyó de muy buena fe que lo más corto era sustituir los labios del chico por la boca de la chocolatera.
Doña Ramona la ocupaba todos los días, dos horas antes de comer y tres antes de cenar. En su casa se comía a la antigua española. En esta salida, al cabo de veinticinco años de escondite, se puso doña Ramona, por primera vez en su vida, en contacto y roce con el mundo.
Palabra del Dia
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