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Actualizado: 8 de junio de 2025


Tienes grandes virtudes, Ramona la dijo su marido cubriendo la rodilla enferma con el faldón del gabán ; pero en ciertas debilidades, eres incorregible... y tremenda. Resabios de mis buenos tiempos de doncella pudorosa; algo que queda todavía en el fondo, entre las cenizas. Pues no pensaba yo que fuera tanto como para brotar al primer choque. Y ello es poco, pero molesto cuando aparece.

En este momento se abre con violencia la puerta de la sala y penetra en ella una obesa persona del sexo femenino. Hijo de mi alma, ¿no te has levantado? No ha venido Ramona á llamarte, ¿verdad? ¡Jesús, qué mujer! ¿Dónde tendrá el sentido? ¡Dios me paciencia para sufrirla!... Pues ahora ya no es tiempo. Acaban de pasar á escape por la plaza. La culpa es mía, mamá. Ramona me ha llamado á la hora.

Creo que ... no estoy seguro... esta mujer vivió con un soldado de la policía, al que lo mataron en un boliche, y después se unió con Anastasio... es todo lo que . Está el almuerzo, niño dijo el sirviente; y los dos amigos pasaron al comedor. Al terminar el almuerzo se presentó Baldomero y preguntó: ¿Dónde la va a poner a Ramona, don Melchor?

Se sonaba, no obstante, en el lugar que el verdadero objeto del amor de Currito era la maestra doña Ramona, la cual no había cumplido aún cuarenta años, estaba colorada y sana, y por los bríos y robustez de sus frescas y apretadas carnes era una bendición de Dios y daba gloria verla.

Ramona era bonita, elegante, no tenía nada de necia y mientras vivió en la alta sociedad, y no cayó en la sima, hubo de tener admiradores, amigos jóvenes y viejos que la estimasen, que la atendiesen, y con alguno de los cuales, a pesar de todo su recato y severidad de costumbres, pudo ella ser amable, concediendo aquellos favores de casta predilección y de limpia y amistosa confianza que no ya la austera virtud, pero ni la santidad prohíbe. ¿Cómo es que ninguno de esos amigos trató primero de evitar que cayese en la sima, o procuró después sacarla de ella sin exigirle en pago la humillación y la deshonra?

Cálmese, don Melchor; no hable así; estos señores son mozos bien... ¿quiere que los hable?... ¡Quiero que se vayan cuanto antes! Y que me dejen en paz... ¡que se vayan a hablar mal de , a otra parte! repuso Melchor gritando como para ser oído por todos y entró a su cuarto diciendo en voz alta: ¡Ramona!... Deme un mate, que no he almorzado nada. Don Lorenzo, el coche está ya...

Cualquier día van a costarle caras estas gracias dijo Lorenzo, contemplando a Melchor sobre cuyos hombros se veía a la distancia las puntas flotantes del pañuelo, agitadas por el vendaval que el Platero producía. ¡Ni potro que fuera... para sacarlo a don Melchor! se aventuró a decir Ramona, como si la agitara un hondo orgullo ante la proeza realizada por su patrón.

«Hubo momentos en que peleé, como César en Munda, por la vida. Era Ramona, señores, morena; su carne de cañón, dura, tersa, y aquellos brazos que yo deseaba enlazados a mi cuerpo, en arrebato amoroso, me probaban su fuerza dando tortura a los míos, oprimidos, inertes.

Guardará en su alma un tesoro de virtudes, pero desde luego se ve que carece de las dos virtudes cardinales que más nos importan: de la prudencia y de la fortaleza. Ramona se casa con un joven marqués sin que se vea en la novela que se casa por amor. Se casa por casarse y por ser marquesa. El marqués quiere dorar sus blasones por medio del casamiento, así como ella quiere blasonar su oro.

Este pensamiento, con el arraigo que tomaban todos en la mente de doña Ramona, fue un gran confortante para su espíritu.

Palabra del Dia

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