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Actualizado: 19 de junio de 2025


Luego se vistió de limpio. El bienestar que el aseo y la frescura daban a su cuerpo, se confundía en cierto modo con el descanso de su conciencia, en la cual también sentía algo como absoluta limpieza y frescor confortante. Dedicose luego al arreglo de la casa, y con el poquito dinero que tenía hizo su compra, y le preparó a Mordejai una buena comida.

Bebió y paladeó el confortante licor, relamiéndose de gusto, y echó después una yesca, mientras yo contemplaba a vista de pájaro el vallecito de Tablanca, con sus casitas trepando mies arriba detrás de la de mi tío, sola y encaramada en lo alto, como si se hubiera detenido allí para animarlas con la voz y algunas cuchufletas de don Celso; y, por último, recostándose contra el terreno y estribando con las abarcas en las asperezas del camino, me refirió lo siguiente, que yo traduzco, poco más que en sustancia, al lenguaje vulgar, con verdadero sentimiento, porque no me es posible, por falta de memoria y de costumbre, reproducir al pie de la letra aquel pintoresco lenguaje, cuyo sabor local excedía con mucho, en interés, al asunto relatado.

Os voy á hacer el plato dijo Quevedo dirigiéndose á Dorotea ; este jamón de Granada es sumamente confortante; se ceba con víboras, es un plato que yo, que sólo gozo cuando como, le prefiero á todos; voy á haceros la copa; este tintillo de Pinto es un gran vino de pasto; refrigera y no predica. Vamos; arriba con esa copa y no lloréis ¡vive Dios! que me lastimáis.

Vamos un rato a casa, donde la Sra. Condesa y las niñas están rezando por el buen éxito de la guerra. ¿No darán un descanso a las tropas? Nuestro General había determinado salir en seguida para Andújar; pero como ocupábamos todo el pueblo, pudimos llegarnos a la casa de nuestro amo, en cuya sala baja se nos dió un tentempié muy confortante.

Este pensamiento, con el arraigo que tomaban todos en la mente de doña Ramona, fue un gran confortante para su espíritu.

Entró en su casa.... Pidió tila, se acostó... y al verse rodeado de su mujer y de sus hijas que le echaban sobre el cuerpo cuantas mantas había en casa, el ateo empedernido sintió una dulce ternura nerviosa, un calorcillo confortante y se dijo: «Al fin, hay una religión, la del hogar». A la mañana siguiente despertó a toda la casa a campanillazos. «Se sentía mal.

Y con este pensamiento confortante, el sueño tranquilo de los justos acudió de nuevo a mis sienes, y no me desperté hasta las nueve de la mañana. Vestime con premura y salí a la calle sin saber adónde iba, pero con la resolución incontrastable de ir a alguna parte. Por lo pronto, los pies me llevaron a casa del conde del Padul. El señor conde y la señorita vienen pasado mañana.

Es un artesano que viene del trabajo y aprovecha unos momentos antes de comer para ensayar. Unas veces las notas discurren seguras y llenas; de pronto flaquean y se apagan... y la tonada recomienza con el mismo brío, para volver a apagarse y comenzar de nuevo. El sol es templado y entra en una confortante oleada hasta la mesa en que Azorín lee y escribe.

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