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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Vamos un rato a casa, donde la Sra. Condesa y las niñas están rezando por el buen éxito de la guerra. ¿No darán un descanso a las tropas? Nuestro General había determinado salir en seguida para Andújar; pero como ocupábamos todo el pueblo, pudimos llegarnos a la casa de nuestro amo, en cuya sala baja se nos dió un tentempié muy confortante.
En tanto, los de la derecha permanecíamos quietos, y los de a caballo que ocupábamos parte de la altura, podíamos ver perfectamente los movimientos del combate. Tras las primeras descargas de las líneas francesas, éstas se replegaron, y avanzando la artillería disparó varios tiros a bala rasa.
Esta vigilancia permitía descansar a una parte del ejército; y especialmente los heridos, aunque sólo lo fueran muy levemente, como yo, teníamos libertad para estar en el pueblo, donde nos ocupábamos en reunir víveres y llevarlos a los del campamento, así como en acomodar a los heridos graves en las principales casas.
El año era abundante de caza y en ella ocupábamos la mayor parte de las tardes cuando no emprendíamos una rápida jira por la árida campiña sin otro fin que costear el mar. Observaba yo que esas cabalgatas, durante las cuales pasaban largos espacios del más absoluto silencio, a través de un territorio cuya aridez nada tenía de risueño, le ponían más serio que de ordinario solía estar.
No había más pieza que la que ocupábamos, y en ella, dentro de aquella atmósfera saturada de comida y humo de tabaco, debíamos dormir no menos de veinte personas. Conseguimos con Mounsey dos catres, atrancamos con ellos la puerta del cuartito, nos tomamos un enorme trago de brandy, y envolviéndonos en nuestras mantas, y sin sacarnos ni la corbata, nos tendimos sobre la lona dura y desnivelada.
Nuestra vida se regularizó muy pronto. Ocupábamos dos departamentos contiguos, pero independientes. Nuestra amistad muy estrecha y la independencia de cada uno debían concordarse perfectamente en aquel orden de cosas.
Hallábame con Neluco en el gabinete, cuyas obras principales estaban ya terminadas, y nos ocupábamos los dos en desembalar cosas de las muchas que había traído yo de Madrid para decorarle, mientras se oía el machaqueo y los cánticos a la sordina de los obreros en las piezas inmediatas, hasta la escalera inclusive, cuando se me puso delante toda la familia de don Pedro Nolasco, que, con el atractivo de las obras, subía con frecuencia a la casona, aunque no tanto como el médico y el Cura, que no faltaban de ella un solo día.
Cada uno de nosotros tenía un pico ó una barreta, y solo nos ocupábamos de ir amontonando los objetos que cada cual hallaba en los desmoronamientos que producía. Había, sin embargo, que descansar, pues nuestros brazos se negaban á los deseos de nuestro espíritu.
Parecen aquellos que no valen menos ni más que el premio ó la mencion; no parecen más mercancías que las que convienen al negocio. Al volver una tarde de Passy, tomamos un coche cerca de las barreras del arco del Triunfo; era de dos asientos, y un amigo que nos acompañaba tuvo la bondad de subirse al pescante, mientras que mi mujer y yo ocupábamos el interior del carruaje.
Palabra del Dia
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