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Lo mismo haria hay, enviando 25 hombres en el bote del ramo de guerra: pondria allí dos canoas, para que en caso de grave insulto pudiesen los presidarios irse á Borbon ó á la Villa, y para que cada mes fuesen dos de ellos en la una por víveres á uno de dichos lugares.

Viendo las angustias y trabajos del Padre, volvimos cuatro al barco, y tomando algunos víveres, volvimos á buscar al Padre con toda presteza; hallámosle sólo, porque los demás, no teniendo qué comer, habían ido á cercar con fuego un conejito. Con tantos trabajos y falta de comida y bebida, se había puesto tal, que sólo tenía la piel sobre los huesos.

El americano, después de tanto soñar, sentía hambre, un hambre sólo comparable á la que había sufrido cerca del puerto de la Ciudad-Paraíso de las Mujeres mientras esperaba inútilmente el envío de víveres prometido por la enamorada Flimnap. Pero la evocación de esta parte material de su ensueño sirvió para resucitar en su memoria la imagen de la dulce Popito y la escena de su muerte.

El viaje de ida fue regular; pero a la vuelta, luego de haber pasado el estrecho de Magallanes, sobrevinieron las calmas, y la fragata quedó inmóvil en el Atlántico cerca de un mes, agotándose rápidamente el pañol de los víveres.

A los dos mancebos de esta nación cuadró mucho el modo de vivir de los cristianos, y después también á los otros, los cuales, viendo tanta abundancia de víveres y tan pingües las cosechas de los campos, daban señas con grandes fiestas á su usanza de la extraordinaria alegría que sentían, viendo tenían tanto con qué pasar la vida cómodamente y con menos trabajos, y quedándose entre los cristianos se prometían salir de sus desdichas y miseria de sus tierras.

Pero reconoció al capitán Flimnap, que le gritaba, abriendo los brazos: ¡Deténgase, gentleman! ¿Adonde va?... Le pido perdón por el olvido de que ha sido objeto. Los culpables son esas gentes de la administración del ejército, que, como no están acostumbradas al nuevo servicio, equivocaron mis órdenes. Pero vámonos á la playa; deben haber llegado ya doce furgones llenos de víveres.

Amaneció el viento al SO recio. A las nueve de la mañana, habiendo disminuido un poco, vino el bote, y me fuí á bordo. A las diez mandé el bote á llevar víveres á la chalupa, que estaba fondeada de la parte del N de la isla, y le era imposible venir á bordo. A las cuatro de la tarde llegó el bote á bordo: anocheció con el viento al SSE fresco.

No tuvo más remedio que gastarse en pan otra peseta y repartirlo presurosa. Por fin, apretando el paso, logró ponerse a distancia de la enfadosa pobretería, y se encaminó al vertedero donde esperaba encontrar al buen Mordejai. En el propio sitio del día anterior estaba mi hombre aguardándola ansioso; y no bien se juntaron, sacó ella de la cesta los víveres que llevaba, y se pusieron a comer.

Por las mañanas, antes de salir, comprábamos algunos víveres y almorzábamos en el campo. Ugarte traía la leña, yo hacía el fuego y Allen guisaba. Se nos había hecho de noche a cuatro millas de Wexford. Entramos en una aldea y llegamos hasta la posada á pedir alojamiento.

Hacía tres días que los víveres faltaban completamente en el Falkenstein, y Divès no había dado señales de vida. ¡Cuántas veces, durante aquellas largas jornadas de agonía, los sitiados habían vuelto los ojos hacia Falsburgo! ¡Cuántas veces habían escuchado con inmensa atención, creyendo oír los pasos del contrabandista, cuando sólo llenaba el espacio el vago murmullo del aire!