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Don Eugenio andaba sin saber adonde dirigirse. Le temblaban las piernas, pasaban tenues nubecillas ante sus ojos y veía confusamente a los dueños de las tiendas, que le seguían con un gesto de compasión o le llamaban con amistosas señas.

Y su acento humilde parecía excusarse de este cariño, pedir perdón á la esposa por un afecto superior á su voluntad. Se notaba en él la abdicación del marido que vuelve hacia su mujer con el peso de una falta y teme á cada momento que le recuerde su pasado. Apareció Pepita en la puerta haciendo señas misteriosas á su madre y ésta la siguió fuera del despacho.

Buen olor tiene tu cuento. ¿Y quién era ella? No lo ; don Rodrigo me había dicho solamente: si sale de palacio una dama ancha de hombros, alta de pecho, gentil y garrida, manto á los ojos, y halda hasta el suelo, sigue á esa dama. He aquí unas señas capaces de volver el seso á Orlando Furioso. ¿Seguiste á la dama? Iba á hacerlo cuando llegó don Rodrigo. ¿Ha salido? me preguntó.

Entre las señas que me hacía, era una de juntarse la una mano con la otra, dándome a entender que se casaría conmigo; y, aunque yo me holgaría mucho de que ansí fuera, como sola y sin madre, no sabía con quién comunicallo, y así, lo dejé estar sin dalle otro favor si no era, cuando estaba mi padre fuera de casa y el suyo también, alzar un poco el lienzo o la celosía y dejarme ver toda, de lo que él hacía tanta fiesta, que daba señales de volverse loco.

Llegando donde estaba el despoblado, Sin tener á las chozas advertencia, Contra el navio el paso enderezado, Desde la playa hizo reverencia: Con un sombrero señas ha formado, Con gran placer y grande continencia. Saliendo pues por él, viene contento, Y dice de su caso el fundamento.

Es de una zarzuela.... De una zarzuela de un académico.... Verás... se trata de la marquesa de Pompadour: un señor Beltrand anda en su busca; en un molino encuentra una aldeana... y como es natural se ponen a cenar juntos, y a comer manzanas por más señas. Como y yo . Justo. Pues bueno, la aldeana, como es natural también, coge un cuchillo. Para matar a Beltrand....

Venga usted acá, hable usted español, hablemos español: apenas vuelva á España, estaré hablando el español durante un mes seguido. Aquel caballero debia marcharse al dia siguiente, y nos dió las señas de su habitacion en Barcelona, en el Lóndres de España; un Lóndres tan activo, tan laborioso, tan inteligente, tan moral como Lóndres; tan desgraciado como Barcelona.

Si don Carlos lo cogió... Hombre, no tengas cuidado. ¡Paciencia! Mañana será otro día. Yo, con ese temor, me he guardado muy bien de traer el dominó, cuyas señas le daba en la carta. Hiciste muy bien. Perfectísimamente repetí yo para , y salimos riendo de los azares de la vida. Bajamos atropellando un rimero de criados y capas tendidos aquí y allí por la escalera.

¿Hará usted lo que yo le pida? De cabeza. Dios se lo premie. Deseo que averigüe usted, y me diga, dónde está en París una casa de banca española que se llama de Garcitola y Compañía. Vamos, las señas para poder enviar una carta. Pues... se me figura que en ninguna parte. ¿Por qué? Porque mi padre está en relación con casi todas las casas españolas de París, y esa no la he oído nombrar nunca.

El puñal cayó a los pies de Kernok; se pasó la mano por su frente ardiente y se apretó las sienes con tal fuerza, que la huella de sus señas quedó impresa en ellas. Apenas si se sostenía y tuvo que apoyarse contra el muro.